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LA FUERZA INTERIOR DEL ESCRITOR

En el vasto y etéreo reino de la escritura, el escritor se erige como un titán solitario, un mago de las letras que conjura mundos desde la nada y da vida a las sombras del pensamiento. Es un alquimista de la palabra, un artista de la imaginación, un poeta de la existencia misma. En las profundidades de su ser, donde yacen los misterios del alma, encuentra el manantial inagotable de la inspiración, esa chispa divina que enciende el fuego de la creación.

Cada día, el escritor se enfrenta al lienzo en blanco con valentía y determinación, armado con la pluma como su espada y la tinta como su escudo. En el fragor de la batalla, se sumerge en las corrientes turbulentas de la mente, explorando los recovecos más oscuros y los rincones más luminosos de su ser. Es un explorador intrépido de la psique humana, un navegante audaz en el mar de la conciencia.

Desde las profundidades de su ser, el escritor emana la esencia de su alma en cada palabra escrita, en cada frase tejida con cuidado y pasión. Cada obra es un reflejo de su ser más íntimo, un testimonio de sus sueños, esperanzas y temores más profundos. Es un acto de revelación y autodescubrimiento, un viaje hacia el centro del yo que deja al descubierto las verdades universales que nos unen a todos.

Pero el sendero del escritor no es un camino llano y despejado; no, está marcado por la intrincada maleza de obstáculos y desafíos, por las cumbres inalcanzables que demandan ser escaladas y los abismos oscuros que requieren ser atravesados. La duda y el miedo se yerguen como sombras amenazantes en cada esquina, acechando con susurros sibilinos que intentan asfixiar la llama ardiente de la creatividad.

Son los demonios internos más temibles, los que se esconden en los rincones más profundos del alma, los que desean desarmar al escritor, dejarlo en la oscuridad de la incertidumbre y el desánimo. Sin embargo, el verdadero escritor no se acobarda ante la adversidad; en cambio, la abraza con coraje y determinación, como un guerrero intrépido frente al fragor de la batalla. Es en la confrontación con estos monstruos internos donde encuentra su verdadera fortaleza, su verdadero poder. Cada paso dado en medio de la tormenta, cada palabra escrita en medio del caos, es un acto de rebelión contra la opresión del temor y la incertidumbre.

Es un grito de desafío al destino, un despliegue de audacia y convicción que resuena en cada rincón del universo. En el enfrentamiento con sus propias sombras, el escritor emerge transformado, forjado en el fuego de la adversidad, purificado por el ardor de su propia pasión. Es en esta batalla épica, en esta lucha sin tregua entre la luz y la oscuridad, donde el verdadero escritor descubre su verdadero propósito, su verdadero destino. Y en la victoria sobre sus miedos más profundos, encuentra la libertad para crear, para expresar, para ser.

En cada palabra escrita, el escritor se libera de las cadenas del pasado y se eleva hacia la libertad del futuro. Es un acto de magia y redención, un renacimiento en el crisol de la creación. A través de la escritura, el escritor trasciende las limitaciones del tiempo y el espacio, explorando nuevos horizontes y descubriendo nuevos mundos. Es un puente entre lo humano y lo divino, entre lo terrenal y lo celestial.

Por eso, ser escritor es más que una profesión, más que una vocación; es un llamado, una pasión, una forma de vida. En cada verso, en cada prosa, el escritor deja una parte de sí mismo, una huella indeleble en el tejido mismo del universo. Es un faro en la oscuridad, una luz en el camino, una voz en el silencio. Y aunque el viaje del escritor pueda ser largo y tortuoso, al final del camino, aguarda la recompensa más grande de todas: el regalo de la palabra, el don de la escritura, la magia de la creación.

En el ocaso de la jornada creativa, cuando las últimas palabras han sido escritas y el silencio envuelve el espacio sagrado del escritorio, el escritor contempla con reverencia el fruto de su labor. En ese momento de quietud y reflexión, la magia de ser escritor se revela en toda su plenitud. Es el instante en el que las palabras cobran vida propia, danzando en la página como mariposas al viento, tejiendo historias que trascienden el tiempo y el espacio.

 Es el momento en el que el escritor se convierte en el guardián de secretos ancestrales, en el cronista de sueños olvidados, en el arquitecto de realidades alternativas. Es el momento en el que la magia se materializa en cada letra, en cada coma, en cada punto, creando un universo paralelo donde los sueños se vuelven realidad y la imaginación se convierte en verdad.

En ese sagrado instante, el escritor comprende que su labor va más allá de las palabras escritas; es un puente entre el pasado y el futuro, entre lo real y lo imaginario, entre el hombre y lo divino. Es un faro en la oscuridad, una luz en el camino, una voz en el silencio.

 Ser escritor es más que una vocación; es un destino, un legado, un don sagrado que trasciende las fronteras del tiempo y el espacio. Es el regalo más preciado que el universo puede ofrecer, la manifestación misma del alma humana en su búsqueda eterna de significado y trascendencia.

Y en ese sublime acto de creación, encontramos la verdadera esencia de lo que significa ser humano: el deseo eterno de expresar nuestra verdad más profunda, de compartir nuestra luz más brillante, de trascender los límites de lo conocido y explorar los misterios del universo.

En última instancia, la magia de ser escritor reside en la capacidad de abrir puertas hacia lo desconocido, de liberar las cadenas del pasado y abrazar el futuro con valentía y esperanza. Es en ese acto de creación, en esa danza sagrada entre el alma y la palabra, donde encontramos la verdadera belleza y el verdadero significado de la vida misma.

Ser escritor es más que una profesión; es una pasión, un compromiso, un llamado divino que nos eleva más allá de nosotros mismos y nos conecta con la esencia misma del universo. Es en esa conexión sagrada, en ese lazo eterno entre el escritor y el lector, donde reside la verdadera magia de ser escritor.

Iván Alatorre Orozco

3-marzo-2024

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