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EL ZORRO Y EL TIGRE

Por Iván Alatorre Orozco

En el corazón del exuberante bosque de Sundarbans en la India, donde los rayos dorados del sol acarician la tierra y la luna plateada pinta las noches con misterio, vivía un joven zorro llamado Raj. Era huérfano y, desde temprana edad, había aprendido a sobrevivir por sí mismo. Aunque su pelaje rojo era símbolo de astucia, su espíritu era aún más feroz, rebelde y valiente. Sin embargo, ese exceso de osadía lo llevaba en muchas ocasiones al borde de la muerte y a sufrir numerosos accidentes debido a su imprudencia al no querer aprender a medir los peligros que existían en el bosque.

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Las historias de su ingenio y sus bromas, que le habían dado una mala reputación, se extendieron por el bosque. Nadie estaba a salvo de sus travesuras y burlas. No importaba si se tratara de un animal pequeño o grande, Raj, con su desbordante insensibilidad, consideraba la humillación de su víctima como su mayor logro, sin importar el daño que sus vagancias causaban a varios de los habitantes del gigantesco bosque.
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Una mañana fría de noviembre, Raj se preparaba para ejecutar la broma más arriesgada que había planeado hasta ese momento. Su plan lo tenía grabado en la mente desde hacía meses, pero el miedo lo obligó a posponerlo en repetidas ocasiones debido a su alta peligrosidad. Esta sería la cereza del pastel en su colección de fechorías.
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El amo y señor del bosque era un enorme tigre de Bengala llamado Khan. Majestuoso y temible, se alzaba como un coloso en la oscuridad del profundo bosque. Su peligrosidad era tan notoria como sus ojos que lanzaban destellos de fuego a quien osara siquiera dirigirle la mirada, donde ardían sus instintos más salvajes. Cada uno de sus pasos resonaba como un trueno sobre la tierra, sirviendo como advertencia para cualquiera que se acercara a su territorio.
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Su mal humor, como un destructivo tsunami, lo manifestaba en sus gruñidos que eran escuchados a kilómetros de distancia. Sus garras afiladas, listas para desatar su furia en un abrir y cerrar de ojos, eran temidas por todos los habitantes del bosque. Khan era el soberano, un ser impredecible que intimidaba y demandaba respeto y cautela en todos y cada uno de sus encuentros. Aquel que se atreviera a provocarlo, aunque fuera mínimamente, sabía que prácticamente enfrentaría la muerte.

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Como parte del plan, Raj se cruzó con Khan mientras cazaba.
-¡Oye gatito! ¿No crees que ya estás muy viejo para atrapar siquiera una mariposa? ¿Por qué mejor no te retiras a tu cueva y te conformas con comer caracoles? Deberías ir acostumbrándote a la idea de que muy pronto esos babosos animalitos serán más veloces y audaces que tu cansado cuerpo, que ya no asusta a nadie.
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Después de haber logrado despertar la furia de Khan, sin pensarlo dos veces, el zorro escapó velozmente entre los matorrales. El imponente tigre de Bengala, lleno de furia y sed de venganza, juró perseguir a Raj hasta vengarse. Lo persiguió con toda la velocidad que sus poderosas piernas le permitieron, pero el zorro, con su astucia, contaba con una madriguera cercana construida según el plan para alcanzar su refugio.
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Así comenzó la persecución. Día tras día, noche tras noche, Khan seguía el rastro de Raj a través del bosque. El joven zorro, con su ingenio y astucia, lograba escapar una y otra vez, pero siempre sentía el aliento del tigre en su nuca. Las aventuras de Raj lo llevaron a los rincones más hermosos y peligrosos del bosque. Conocía los susurros del viento en las hojas, la danza de las luciérnagas en las noches estrelladas y la vitalidad de un bosque del cual, como pocos animales, Raj conocía a la perfección. Cada día, el bosque se volvía su amigo y confidente, y cada noche, un manto de misterio y maravilla se extendía sobre él.
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Una noche estrellada de luna llena, el tigre observó con claridad la madriguera donde el zorro se había escondido. A primera vista, notó que no era muy profunda, por lo que vio la oportunidad de comenzar a escarbar, utilizando sus poderosas garras, con el fin de cumplir su cometido de exterminar al insolente zorro.
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– ¡Zorro, sé que estás ahí! Sal de tu escondite y te daré la oportunidad de que tu muerte sea rápida y sin dolor. Pero si te resistes, ten por seguro que no me importará escarbar el tiempo que sea necesario hasta llegar a ti, y en ese caso, te aseguro que no tendré piedad y desearás no haber nacido- gruñó el tigre en voz baja.
Pero el zorro, a pesar del inminente peligro de muerte en el que se encontraba, reía en silencio desde el fondo de la madriguera, que tenía una salida varios metros lejos del lugar donde el tigre, como un loco furioso fuera de control, escarbaba como si no hubiera un mañana.
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– ¡Oye tigre, ya calma tus ímpetus! Fue solo una broma inofensiva- dijo Raj, casi llegando al fondo de la madriguera donde encontraría su libertad.
– ¡De mí nadie se burla, menos una pequeña bola de pelos como tú! No toleraré nunca que nadie ose meterse conmigo sin sufrir las consecuencias que merece. ¿Tienes idea de lo peligroso que soy? – el tigre frunció el ceño mientras seguía escarbando.
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– Claro, tigre, todos sabemos que eres el rey del bosque, pero ¿dónde está tu sentido del humor? – dijo el zorro tratando de mantener la calma para no reír a carcajadas.
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– Mi sentido del humor desaparece cuando alguien se atreve a burlarse de mí. Ahora, ¿vas a salir de ahí o tendré que sacarte yo mismo? – Khan gruñó con aún más furia, provocando terror a los animales que eran testigos a la distancia de semejante confrontación tan dispareja, mientras que el zorro se limitó a tapar su hocico con una de sus patas para no soltar una carcajada.
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  • Está bien, está bien, tigre. No quería ofenderte. Te puedes enfermar si sigues enojándote así. Fue solo una broma, nada más que eso. La mayoría en el bosque conoce mi sentido del humor tan ácido, pero entiendo que debo ser menos ofensivo para no lastimar a los demás. La vida es corta, y no quiero desperdiciarla sin divertirme al máximo-Raj se quedó pensativo mientras organizaba sus ideas antes de escapar y dejar al tigre como energúmeno.
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  • Cuando era más joven, mis padres me enseñaron la importancia de disfrutar la vida, de utilizar mi astucia con buenas intenciones y de amar al bosque y a todos sus habitantes. Sin embargo, una mañana de invierno, perdí a mis padres en un accidente, dejándome con una sensación de vacío en mi vida. Con el tiempo, me volví más imprudente y no me detenía a respetar a los demás solo para divertirme. Cuando murieron, una parte de mí se fue con ellos, y es por eso que no te tengo miedo a ti ni a nadie. Vivo mi vida intensamente, pero tampoco me asusta si hoy o mañana doy mi último respiro.
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    Khan, relajando su postura, dejó de escarbar. Comprendió que su historia de vida era sumamente similar a la del pequeño zorro. El poderoso y temido tigre nunca conoció a su padre, y su madre falleció debido una dolorosa y prolongada enfermedad con la que el pequeño Khan debió lidiar. La furia, la violencia y el rencor hacia la vida fueron las consecuencias que la dolorosa partida de su madre ocasionó en él. Con la empatía que surgió entre ambos, el tigre se dirigió a el zorro utilizando un tono de voz más conciliador.
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  • Escúchame zorro. Estoy cansado de este juego, tengo asuntos más importantes que atender y no quiero desperdiciar un minuto más persiguiéndote. Espero que hayas aprendido tu lección. No juegues con fuego si no estás dispuesto a quemarte.
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  • Estoy de acuerdo contigo, tigre. No volveré a divertirme a costa tuya ni de ningún otro animal en el bosque, tienes mi palabra-dijo Raj mientras decidía confiar en sus instintos y salía de la madriguera para enfrentar a Khan. Cuando estuvieron frente a frente, el tigre, con los ojos brillando de ira, no pudo contener su naturaleza salvaje al rugir y sacar sus garras con intenciones de deshacerse del zorro. Por un instante, Raj pensó en huir, pero se detuvo y habló con valentía.
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  • Sé que te enfurecí, pero ¿no te das cuenta de que la venganza solo nos lleva a más dolor y odio? El bosque es suficientemente grande para ambos. Podemos compartir este lugar y vivir en paz-. El zorro no sabía con certeza cual sería la reacción del enorme felino, pero no tenía miedo, incluso si significaba enfrentar la muerte. Sin embargo, la reacción de Khan fue la menos esperada. Conmovido por las palabras y la valentía de Raj, y agotado por la persecución, finalmente cedió. La violencia no era la respuesta, y Khan lo entendió.
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    Desde ese día, Raj y Khan vivieron en armonía en el bosque. Aprendieron a respetar y valorar la diversidad de la vida. La moraleja de esta historia es que, en medio de la discordia, la comprensión y la empatía pueden traer paz y unidad a cualquier conflicto.
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    Y así, el bosque de Sundarbans siguió su danza eterna de luz y sombra, donde la presencia de la vida y la muerte se entrelazaban en un manto enriquecedor en donde el horizonte mostraba la esperanza de un futuro mejor.

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2 comentarios

  1. Que hermosa historia! cuantos de nosotros nos embarcamos por ira, envidia, egosimo, venganza, codicia y otros tantos sentimientos evidentemente toxicos en peleas que nos dañan intentando dañar al que consideramos en ese momento el enemigo mortal.. y como a veces la situación disfraza tantas similitudes en la vida de ambos bandos, que solo es cuestion de platicar y encontrar los puntos de acuerdo.

    Ojala todos encontraramos el modo de platicar y conciliar nuestras cuitas, tendriamos mas felicidad y tranquilidad en nuestros corazones..

    Una moraleja de una historia hermosa.. de nuevo muchas gracias a Ivan Alatorre por traer estas reflexiones!

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