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Pulso Crítico

HÉCTOR MANUEL RAMOS PRECIADO

Las vidas de Jacobo Jacobo Zabludovsky Kraveski y Julio Scherer García, coinciden y divergen en muchas cosas. Paradójicamente ambos fallecen en este año, Julio en enero y Jacobo este mes, hace unos días. Lo anterior marca al 2015, como el año del fallecimiento de los dos periodistas de México más influyentes y reconocidos en la segunda mitad del siglo XX.  Ambos coinciden en sus orígenes extranjeros, Jacobo de origen Judío y Julio de origen Alemán. Como periodistas fueron diametralmente opuestos, Jacobo siempre fiel, eficaz y contundente al servicio del poder en turno; gozaba a través de su noticiero 24 horas de una influencia capaz de manipular la opinión pública a favor del sistema político que en ese entonces controlaba al país a través del PRI. Para darnos una paradójica idea de su poder, tengo fresco en la memoria un episodio de una obra de teatro del famoso cómico de las carpas Palillo – por cierto opositor del sistema – en la que Palillo enojado le decía a otro personaje “tu mamá es puta”, lo que provocaba la ira del ofendido; sin embargo Palillo rápida y hábilmente le decía al ofendido “bueno, anoche lo dijo Jacobo en 24 horas”, entonces como por arte de magia el ofendido pasaba a un estado de resignación diciendo “no, pues si lo dijo Jacobo, entonces sí es cierto”. Gran parte de la historia de la famosa dictadura – o dictablanda – perfecta del PRI en el siglo pasado no hubiera sido posible sin Jacobo y el entonces llamado Quinto poder de Televisa. La escuela de Jacobo sigue vigente y funcional a través del “teacher” López Dóriga. A Jacobo se le puede amar o se le puede odiar, pero nadie le puede regatear su vasta cultura, su profesionalismo y su gran capacidad para manejar y manipular la información.

Del otro extremo de la información siempre estuvo el no menos exitoso y también no menos reconocido Julio Scherer, él tomó la línea contraria de Jacobo – ir contra el poder – y también le funcionó a la perfección, constituyéndose en sus años dorados de director del semanario Proceso, en una necesaria válvula de escape para la presión social. No había político que no se devorara cada semana su revista, a través de la cual también se orquestaban magistrales “golpes” a un sector de los poderosos.

Como extremos, ambos periodistas “se tocaron” y se enfrentaron muchas veces a través de sus medios. La que nunca le perdonaron a Jacobo los seguidores de Julio Scherer, fue la de haber formado parte del despojo orquestado por Luis Echeverría contra el periódico Excélsior (en ese entonces en poder de Scherer), golpe que marcó  – pero no quebrantó – para siempre  la vida de Scherer y su grupo de colaboradores cercanos. Por otro lado Proceso, nunca dejó de difundir las escandalosas prebendas fiscales y económicas que el sistema le otorgaba y otorga a Televisa, a cambio de los favores informativos.

Habrá a quien le guste uno, el otro, o ninguno de estos dos periodistas; pero lo que es objetivamente innegable es que sin ellos el periodismo y la historia de México hubieran sido de otra forma. Su última coincidencia es su muerte senil, suceso que cierra el ciclo de sus prolíficas vidas llenas de invaluables experiencias para las presentes y futuras generaciones del país.

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