EL PULSO CRÍTICO
Héctor M. Ramos
Ya lo hemos dicho: muchas dudas e incertidumbres nos ha traído la pandemia. La duda más importante es ¿cuándo terminará la pandemia? pero otra duda no menos importante es ¿cuándo volveremos al trabajo normal? entendiendo que lo normal de antes ya no será lo normal de ahora (nueva normalidad).
A ocho meses de la pandemia, incontables compañías y oficinas gubernamentales de todos los países del mundo, forzados por la salud comunitaria ya realizan la mayor parte de sus de labores desde los hogares de sus empleados y se han dado cuenta de que sus niveles de productividad no disminuyeron, en cambio lo que si disminuyó fueron sus gastos operativos; ya que sus oficinas fueron poco o nulamente usadas. Además. En la mayoría de los casos también los empleados han salido beneficiados ya que redujeron los costos, tiempos y el estrés de los traslados, pero en justicia, deben tener una compensación económica por el uso de internet, electricidad y otros insumos de su hogar.
El home office o trabajo remoto desde casa obligó, a las grandes empresas a contratar servicios potentes y confiables de conectividad digital y programas de ‘hardware’ y ‘software’ seguros y eficientes para conectar laboralmente a sus trabajadores con las empresas sin bajar la productividad. Esta nueva realidad generada en tiempos de crisis, deja una contundente conclusión: ¡Las empresas pueden reducir al máximo el uso de oficinas!
Aunque de manera gradual, la década de los 20’s marcará al mundo como la época en que las oficinas tradicionales dejaron de existir como tales.
Dentro de las teorías conspiracionistas que recorren el mundo cobra fuerza la que sostiene que el COVID 19 fue creado deliberadamente para – entre otras cosas – forzar o acelerar la transición al trabajo digital. Verdad o mentira, lo cierto es que la rueda ya dio su primera vuelta hacia adelante y sin reversa; lo que nos obliga a entrarle a este fenómeno sí o sí.
Poderosas empresas globales como Microsoft, Twitter y Barclays ya tienen operando procesos laborales en este escenario al que consideran la “cuarta revolución industrial”. El gigante financiero holandés ING ha puesto en marcha un programa piloto con un grupo de trabajadores para que tomen las vacaciones que quieran mientras sus actividades y productividad no se vean afectadas.
Medios de comunicación influyentes como ‘The Economist’ y la “BBC” en sus últimas publicaciones reconocen que esta transición lleva paso firme, que con ella vendrán cosas sorprendentes como el desarrollo de espacios laborales virtuales similares a los ya existentes para los videojuegos, el crecimiento del trabajo independiente, la “alfabetización” digital, readaptaciones del espacio en los hogares, creación de oficinas compartidas (co-working). También alertan sobre los daños colaterales que se avecinan como la disminución de los viajes internacionales que contraerá el 17 por ciento de la economía mundial y el incremento de las enfermedades de la mano, la espalda, la vista y todas aquellas ligadas a las tecnologías de la información y la comunicación con costo para los sistemas de salud de cada país.
Para enfrentar esta transición, cada país requiere de tres pilares fundamentales: infraestructura adecuada, inversión en el futuro digital y cultura de confianza. Pilares de los que nuestro país no tiene aún cimientos firmes, lo que de no atenderse de inmediato haría más profunda la brecha que nos separa de los países desarrollados.
Falta aún ver la otra cara de la moneda: El servicio público, donde ya tenemos juicios en línea, educación a distancia, trámites administrativos en línea etc, Sector donde también se ha constatado el ahorro en costos operativos, pero en el que se debe tener otro enfoque y perspectiva ya que la productividad no se mide con la misma vara (costo – beneficio) que se usa para las empresas.
Cambiar aprendiendo, es la lección más importante de este año 2020