¿A QUÉ VIENE EL PAPA A MÉXICO?
HÉCTOR MANUEL RAMOS PRECIADO
Uno de los mejores recuerdos de mi infancia es el de haber vivido en carne propia durante enero de 1979 la visita a Guadalajara del Papa Juan Pablo II. Tengo grabada en mi memoria las imágenes de alegría y euforia de la población tapatía (entre ellos Yo) volcada en las calles vitoreando a uno de los papas más carismáticos de la historia. También recuerdo la impactante imagen del Papa recién descendido de su avión besando el suelo mexicano, justo cuando no había relaciones diplomáticas entre México y el Estado Vaticano. En ese entonces parecía que estábamos recibiendo al mesías encarnado en el papa y la dicha mostrada por el pueblo Jalisciense era tan grande que mis palabras no son capaces de describirla. En 1990 regresó Juan Pablo II a Jalisco, pero ahora su paso por Jalisco fue fugaz y solo visitó San Juan de los Lagos.
Han pasado 37 años de esa primera visita papal y casi 26 de su segunda visita a nuestro querido Estado y hoy en plena edad madura, me asalta una gran duda ¿sirvieron para algo las visitas del Papa a Jalisco?
Al margen de que las visitas papales nos hayan dado momentos de alegría y felicidad, la realidad actual nos refleja que las visitas de Juan Pablo II no sembraron ninguna semilla como para cosechar buenos frutos; o bien, se sembraron semillas en suelo infértil. Porque es inobjetable que hoy somos una sociedad mucho más violenta, mucho más corrupta (políticos y ciudadanos) con menos valores y menos productiva que la de aquella época.
Aunque de nuestra situación actual no son responsables este y los anteriores Papas, uno supondría que la visita del enviado de Dios a nuestras tierras debería por lo menos de contribuir en algo – o en mucho – para que nuestra sociedad mejore, por que a final de cuentas la principal misión de un Papa es predicar la doctrina de Jesús de Nazaret basada principalmente en el amor al prójimo, valor que más escasea hoy en nuestra sociedad.
Si bien es cierto que el Papa Francisco es carismático y humilde, no hay que poner tan alto nuestras expectativas de su visita a México, pues el actual Papa va a encontrar un país muy distinto al que vio Juan Pablo II. Este Papa encontrará un México inmerso en un baño de sangre, de ejecuciones y de desaparecidos a todo lo largo y ancho del país, un México líder en corrupción e impunidad de los países que conforman la OCDE, un México cuyos gobiernos ocultan lo que les incomoda, un México cuya jerarquía católica oculta y encubre la pederastia de algunos de sus pastores, un México que ya tocó su umbral del dolor y del hartazgo pero a pesar de ello no atina a despertar. Un México del que precisamente Jalisco forma parte geográfica, política, económica y socialmente.
Por todo lo anterior y aunque mi comentario no agrade a muchos, me da gusto saber que el Papa Francisco no incluya a Jalisco en su visita, pues aunque estoy de acuerdo en que el Papa sea siempre bienvenido; en lo que no estoy de acuerdo en que se gasten enormes recursos públicos (que tanta falta hacen) en traer personajes de gran talla espiritual (como el papa o el Dalai Lama) para solo venir a “tomarse la foto”, sin que se aproveche ese gran poder moral que detentan para ser “catalizadores” o impulsores de cambios estructurales que nos ayuden convertirnos en una mejor sociedad. Estas visitas además de que paralizan al país nos cuestan muy caro y esos recursos no salen precisamente de los bolsillos de quienes pretenden capitalizar políticamente la visita del sumo pontífice para “sacarse la foto con el Papa” y seguir manteniendo el “status quo” que solo beneficia a unos cuantos en detrimento de las mayorías que no logran salir del hoyo ni con la bendición papal.
