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EL COSTAL DE LA VIDA

En el raquítico tiempo que experimentamos en el día a día, la vida se nos presenta como un viejo costal, aparentemente incrustado con instantes, ordinario en su exterior como el de millones de personas, pero dotado de la extraordinaria capacidad de abrazar los matices de nuestras tristezas y alegrías. Este costal, como cuentacuentos silencioso, susurra historias de nuestras caídas y victorias, trazando los caminos que han esculpido la esencia de quienes moramos en el presente.

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Cada instante que depositamos en este costal es una pieza única, con un significado que toca el corazón de quien lo coloca sobre sus hombros. Se convierte en un fragmento del rompecabezas que, al unirse con otros, revela una imagen de las batallas, con sus victorias y derrotas, que han dado forma a nuestra existencia. Clavando las huellas de nuestro paso por este mundo. En su simplicidad exterior se esconde la riqueza de nuestras vivencias, como si cada puntada fuera un recuerdo bordado en la tela del tiempo.

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En este saco de momentos, encontramos la magia de lo efímero, donde cada encuentro, cada desafío, cada risa y cada lágrima se trenzan para formar la rica o, a veces, deplorable textura de nuestra esencia. Aunque su aspecto pueda ser sencillo, este receptáculo contiene las piezas específicas que impregnan las profundidades de nuestra humanidad.

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Con el paso del tiempo, este viejo costal no solo guarda instantes, sino que se erige como un testigo en cada uno de los pliegues de su rugoso material, acumulando consigo las huellas del pasado, las resonancias del presente y la promesa de los momentos aún por venir. En su simpleza aparente se encuentra la complejidad de nuestra travesía que se desenvolverá día a día como una página en blanco.

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Una tarea monumental se nos presenta: permitir que aquellos cuyas almas se encuentren secas, se alejen, como hojas que, en otoño, desprenden sus lazos con las ramas para emprender su propio vuelo hacia el destino que ellas mismas han elegido.

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Evitemos enredarnos en diálogos sin sentido con aquellos que se resisten a las estaciones del cambio, ya que nuestras palabras serían como aves que intentan volar contra el viento implacable de la resistencia. No nos presentemos ante aquellos cuyos ojos no reflejan el eco de un interés auténtico, pues merecemos ser contemplados con miradas que comprendan que nuestro camino hacia la trascendencia es irreversible.

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Reconozcamos que la búsqueda incesante de la aprobación externa es como un río que, en su curso impetuoso, arrastra nuestras hojas hacia direcciones dispersas e impredecibles. Al perseguir una vida impregnada de alegría, interés y devoción, comprendamos que no todos estarán dispuestos a seguir el ritmo de nuestra autenticidad. No se trata de renunciar a nuestra esencia, sino de permitir que se retiren aquellos que aún no han aprendido los pasos de nuestra danza singular.

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Si nos excluyen, nos menosprecian, nos olvidan o nos ignoran, no ganamos nada al aferrarnos a la ilusión de que somos para todos. La estrategia radica en el encuentro con almas afines que, en un abrazo auténtico, comparten el significado de ser aventureros en busca de la profundidad del amor.

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En el teatro del mundo, entre innumerables actores, encontraremos a aquellos cuyos guiones entrelazan sus líneas con las nuestras de manera armoniosa. Quizás, si dejamos de presentarnos, nadie nos buscará, pero en ese silencio, escucharemos el susurro de nuestra autenticidad resonando en la inmensidad inexplorada del universo. El abandono de nuestros esfuerzos no señala el fin de una relación, sino el reconocimiento de que lo que sostenía esos lazos era más un apego efímero que un vínculo arraigado en el amor genuino.

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Tu tiempo y energía son como tesoros que merecen ser atesorados con reverencia. Las personas y cosas a las que dedicas estos recursos preciosos serán los pinceles y colores que definirán la obra maestra de tu existencia. Al tomar consciencia de esta verdad, la ansiedad en presencia de aquellos que no nutren tu alma se disuelve, y te transformas en el guardián feroz de tu energía. Crea un refugio sagrado donde solo aquellos compatibles con la sinfonía única de tu ser tengan acceso, donde cada encuentro sea una danza mágica de almas que se reconocen mutuamente.

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No cargamos la responsabilidad de ser salvadores ni de convencer a otros de mejorar. Nuestra existencia no debe girar alrededor de los demás ni entregarse como una ofrenda sacrificial.

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Merecemos amistades auténticas, compromisos sinceros y un amor completo con seres saludables y prósperos. Al alejarnos de las relaciones tóxicas, no solo afirmamos nuestro valor, sino que abrimos las puertas a la luz del amor, la estima, la felicidad y la protección que verdaderamente merecemos en este efímero viaje llamado vida.

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