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Pulso Crítico

2016, AÑO BISIESTO

HÉCTOR MANUEL RAMOS PRECIADO

La celebración del Año Nuevo existe en prácticamente todas las culturas del planeta. Desde tiempos inmemoriales, al final de los ciclos (estacionales o solares) los seres humanos trazaban una raya imaginaria para dividir lo que pasó de lo que viene. El comienzo de un nuevo ciclo permitía a las sociedades dejar atrás el pasado y ver el futuro con esperanza.

El fin de cada año nos brinda una ocasión propicia para saber qué hicimos bien o que hicimos mal, tanto en lo personal como en lo colectivo. Igualmente nos permite analizar si el año que termina será para olvidar o para recordarlo y lo más importante sin duda es que el año que inicia nos genera condiciones para proponernos cambios o acciones positivas en nuestra vida. Que se lleven a cabo y que tengan éxito, dependerá de cada persona, lo cierto es que todos arrancaremos el 2016 con la misma dosis de esperanza para lograr nuestros propósitos.

La novedad en el venidero 2016 es que será un año bisiesto. Eso que significa que tendremos un día extra en el calendario, es decir que el mes de febrero tendrá 29 días. Cada cuatro años se hace un ajuste para equilibrar el año solar con el año cronológico. La tierra tarda 365,256 días en darle la vuelta al sol. Por eso cada 4 años, necesitamos un año bisiesto para que las estaciones no se confundan, y el primer día de primavera, por ejemplo, siga siendo el 21 de marzo. Si todos los años sólo contásemos 365 días, después de 12 años estaríamos 3 días desfasados.

A los años bisiestos frecuentemente se les asocia con malos augurios, pues probabilísticamente cada cuatro años con asombrosa precisión han ocurrido ciclos de desastres naturales, crisis económicas, cambios climáticos, accidentes, guerras y hechos políticos  lamentables.

A pesar de los posibles malos augurios para el año bisiesto que se avecina, la simple posibilidad de contar con un año nuevo nos da la oportunidad de sentir que podemos volver a empezar y esa posibilidad de renovación es un generador muy importante de esperanza. Además para los fervientes creyentes de la astrología, la influencia de de los astros es solo un factor predisponente, mas no determinante para nuestras vidas.

Las tradiciones de Año Nuevo reflejan una aspiración colectiva de mejorar. Los rituales de las doce uvas, de los calzones rojos, rascarle la barriga al buda y la quema del ‘Año Viejo’, son ejemplos de cómo se celebra el inicio de cada primero de enero que nos toca vivir. Todos estos son rituales que simbolizan dejar atrás los malos recuerdos y afirmar los mejores deseos para el ciclo que comienza.

Aunque en las tradiciones religiosas los propósitos de año nuevo sirven para evolucionar y convertirnos en mejores seres humanos, desafortunadamente, con la vida moderna y la comercialización excesiva los propósitos de Año Nuevo son cada vez más materialistas, por ello es conveniente que al hacer nuestra introspección anual retomemos la dimensión intelectual y espiritual que verdaderamente tiene este acontecimiento.

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