Cada visita a Guadalajara significaba todo un safari arquitectónico para Felipe Leal con un anfitrión de lujo: el gran Julio de la Peña, que no sólo fue el constructor de icónicos emblemas tapatíos como La Minerva, el Condominio Guadalajara, el Auditorio Benito Juárez, el Templo de San Javier de las Colinas, entre otros, sino que también era su amigo entrañable.