LENGUA MORADA

No fueron pocas las ocasiones en las cuales me tildaron de ser un niño amargado y raro por mi negativa a tener a una mascota. La verdad es que, hasta mis once años de edad, contar con un perro, al cual debía esclavizarme para alimentar, asear, pasear y encargarme de limpiar sus excrementos, no era algo que me emocionara en absoluto.

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