El verde profundo inundaba la geografía de la milenaria Waterford, corría el año de 1348, los serpenteantes caminos de piedra blanca cruzaban la ciudad a lo largo y ancho de la incipiente mancha urbana, el sendero se estrechaba siguiendo su recorrido hacia los valles de Nire, subían los encaramados montes, accedían a las edificaciones medievales y se consumían, al final de su travesía, en los bordes del lago Coumshingaun, el corazón primigenio de Irlanda.
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