Por Iván Alatorre Orozco
En la sombra de lo que se fue,
en los días hermosos que ya no están,
queda un eco
a veces débil, a veces feroz
que me empuja a seguir.
Las noches no me hablan,
pero sus esquinas vacías
susurran algo
que no entiendo,
pero necesito.
Hay una brisa que no acaricia,
un viento que no dice adiós,
pero en su paso deja abierta
la posibilidad del recuerdo.
No busco refugio.
No pido mapas.
Voy solo, sí,
pero no estoy perdido.
Este viaje largo y oscuro
no es castigo,
es camino.
Y aunque duela,
aunque pese,
algo en mí aún florece
cuando todo arde.
Porque hay más que el miedo,
más que lo que se oculta bajo la piel.
Hay más que el amor mal comprendido,
más que el deseo de recibir
lo que uno no se da.
Hay verdad,
allí donde termina la huida.
Hay fe,
allí donde todo parece quebrarse.
Y yo sigo,
no porque sepa,
sino porque siento.
Sigo,
porque incluso cuando el mundo me deja,
algo en mí decide quedarse.
Y esta noche —mi noche—
no es el fin.
Es apenas
el instante
en que empieza
lo verdadero.