NICOL

Por Iván Alatorre Orozco

En el oscuro rincón de la ciudad, donde las calles suspiraban entre sombras y sueños desgastados, Nicol, una joven boxeadora, se moldeaba con paciencia en el humilde gimnasio que se convertiría en su propio santuario. Delgada y alta, con una piel morena que resaltaba su gracia y belleza, parecía proyectar cierta fragilidad a través de su menudo cuerpo; sin embargo, nada podía estar más alejado de la realidad.

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Su esencia vibraba en cada rincón del gimnasio donde se esforzaba al máximo bajo la paciente mirada de su entrenador. Cada golpe que lanzaba resonaba con gran fuerza, y sus movimientos hacían parecer que ejecutaba una danza coreografiada con destreza y pasión. Los sacos de boxeo se convertían en confidentes mudos de sus anhelos y frustraciones, mientras las sombras danzaban al compás de su determinación.

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El gimnasio, aunque humilde en apariencia, se convertía en un campo de batalla donde Nicol luchaba no solo contra oponentes imaginarios, sino también contra las limitaciones que la sociedad intentaba imponerle. Cada gota de sudor derramada, cada lágrima oculta tras los guantes contribuía a esculpir su propia leyenda en un mundo que con frecuencia subestimaba su potencial.

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En el transcurso de los días y las noches, Nicol se elevaba como un faro de determinación en el oscuro rincón que la vio crecer. Sus puños, cargados de historias no contadas, trascendían las fronteras del gimnasio y se convertían en un símbolo de resistencia para aquellos que, como ella, buscaban destilar la esencia de la vida en cada golpe.

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Así, en el humilde santuario donde las sombras convergían con los sueños desgastados, Nicol se forjaba a fuego lento, desafiando las expectativas con cada paso, con cada golpe, y con cada uno de sus movimientos. Estos, además de proyectar fortaleza y decisión, asemejaban una coreografía donde sus desplazamientos de baile lograban transportarla a ese sitio que sólo ella conocía, en el cual era capaz de controlar su propio destino.

En su travesía, el gimnasio se transformaba en un microcosmos donde la fuerza se entrelazaba con la gracia, la fragilidad se convertía en fortaleza, y la oscuridad cedía ante la luz que emanaba de una joven pugilista determinada a escribir su propia historia en ese reducido espacio urbano que se convertiría en su segundo hogar.

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Solía mantener un perfil bajo, agachando su mirada como una defensa, pero cuando alzaba la cabeza, sus ojos ardían con el fuego que caracterizaba a su alma y su cuerpo. En esos momentos, la aparente fragilidad cedía paso a la feroz determinación de una guerrera.

Entrenador: Nicol, ¿te das cuenta del sacrificio que implica ser boxeadora? Especialmente para una mujer. No es un camino fácil, ¿lo comprendes?

Nicol: Sí, lo sé. Pero le juro que esto es lo que quiero. Necesito sentirme fuerte, segura, más de lo que he sentido en mi vida.

Entrenador: Esto no es solo lanzar golpes y hacer movimientos elegantes. Se trata de disciplina, sacrificio y superar expectativas. ¿Estás dispuesta a eso? La gran mayoría de las personas que entran por esa puerta lo hacen pensando en las muchas películas de boxeo que han visto, y los muy ingenuos creen que en un dos por tres estarán noqueando a todo aquel que se les cruce.

Nicol: Sí, lo entiendo. Cada golpe, todo el sudor con el que termino con cada día de entrenamiento, aunque suene cursi, ya lo empiezo a ver como parte de mi camino. Necesito esto para sentirme viva, para ser la dueña de mi destino.

Entrenador: Bien, porque aquí no solo peleas en el ring. Lo que enfrentarás va más allá de los guantes y los golpes. Te tocará desafiar las expectativas de la sociedad, lidiar con aquellos que te subestimarán por ser mujer en un mundo y un deporte en el cual casi todos quienes lo practican son hombres. Para acabarla de amolar, algunos de ellos pueden ser violentos y estúpidos. Habrá quienes cuestionen tu fuerza, tu derecho de estar aquí. Perdóname por insistir, no es que dude de ti, pero ¿crees que puedas manejarlo?

Nicol: Este gimnasio, este rincón, es mi campo de batalla. Lucho no solo contra los oponentes imaginarios, sino también con mi propia familia y amigos que se burlan de mí, tratando de convencerme para que me convierta en la niña buena y tierna que viste vestidos de color de rosa y todavía juega con sus muñecas sin salir de su cuarto.

Entrenador: Eso es correcto, Nicol. Pero debes saber que la mayoría de esos momentos difíciles, en los que desearás arrojar la toalla y mandar todo al diablo, no vendrán ni de un familiar, amigo o conocido. Estas serán dudas y situaciones de mucho desgaste en las que tu mente te dirá que no puedes seguir. La verdadera batalla es contra esas voces internas que intentarán darte una paliza de la que no puedas o quieras levantarte.

Nicol: No puedo negar que hay veces que el miedo me aprieta el estómago y me hace dudar de cada paso que doy cuando estoy entrenando. No sé si puedo dejar atrás todo lo que la gente espera de mí, esa imagen de la niña buena con vestidos rosas. Pero, quiero intentarlo. Quiero afrontar lo que se me presente, aunque duela más que un gancho al hígado. Este gimnasio es mi ring, pero también siento que es un campo de batalla contra mis propios demonios. ¿Crees que puedo lidiar con eso? ¿Crees que puedo ser fuerte cuando esas voces internas me griten que tire la toalla? Quiero darlo todo, pero no puedo engañarme a mí misma, porque sí siento miedo.


Entrenador: Eso que sientes no es debilidad, es el instinto de supervivencia, chamaca. El miedo es como ese giro rápido que le das a la cuerda antes de soltarla en una piñata. Te mantiene alerta, te hace sentir más viva. Nunca pierdas el temor, pero tampoco dejes que se apodere de ti como el mal de ojo. Es normal tener dudas, sentir que estás en una pelea con tus propios demonios. Pero escucha bien, el truco está en bailar con el, no dejar que te paralice. Deja que te motive, te haga más astuta, más rápida. Porque cuando controlas el miedo, chiquilla, controlas la pelea. Y tú, con ese fuego en los ojos, puedes enfrentarte a lo que sea. No estás sola en esto, estamos en tu esquina, listos para el siguiente round.

Nicol: ¡Entrenador, carajo! ¡Estoy lista para bailar con el miedo como si fuera el mejor ritmo! No me voy a dejar vencer. Date cuenta al mirar mis ojos, voy a hacer que hasta que las sombras tiemblen. Estamos en esto juntos, en cada round, dándolo todo. No hay vuelta atrás, solo adelante. ¡Vamos a dejar que el miedo esté de nuestro lado! Gracias por estar en mi esquina, no te voy a defraudar.

Las pláticas con el entrenador Nicol las percibía como si estuviera con una especie de padre en combinación con un confidente y amigo. Las palabras que compartían no solo sonaban cuando golpeaban los guantes y éstos resonaban en el sonido de la cuerda del ring, sino que también quedaban dando vueltas en la cabeza de Nicol, motivándola a no perder la mirada en sus objetivos.

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Las relaciones con la familia de Nicol eran complicadas: todos solían almacenar muchas emociones atrapadas en el pecho que usualmente no se animaban a expresar. Hablar con su papá y su mamá era como una conversación entrecortada que reflejaba la distancia emocional que Nicol mantenía, algo así como una barrera invisible que solo el cuadrilátero parecía romper.


Nicol: ¿Qué onda, papá? ¿Qué haces?

Papá: ¡Ahí vamos, hija! Nada, trabajando y tú, ¿cómo va eso del box?

Nicol: Pues ahí, echándole ganas. El entrenador es un fregón de primera. Me motiva a darle con todo.

Mamá: Eso está bien, mija. Pero ¿no crees que deberías pensar en algo más seguro? Estamos preocupados por ti.

Nicol: Mamá, ya hemos tenido esta plática mil veces. Esto es lo que quiero hacer, ¿entienden?

Papá: Lo sabemos, hija, pero a veces nos preocupa. No queremos verte lastimada.

Nicol: Entiendo, pero es mi camino. Necesito su apoyo, no sus dudas. El box me hace sentir viva, fuerte, como nunca en mi vida.

Mamá: Solo queremos lo mejor para ti, chiquita.

Nicol: Lo sé, mamá, pero confíen en mí. Además, ya no soy su chiquita, de hecho, soy más alta que ustedes. Voy a demostrarles que puedo hacerlo.

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Con el paso del tiempo, Nicol se sumergió más profundamente en el mundo del boxeo amateur. Durante cuatro años, se enfrentó a numerosas peleas en torneos locales, formando su propia historia en el cuadrilátero. Con cada victoria, labraba su reputación como una promesa fulgurante, reconocida por quienes veían en ella un futuro extraordinario.

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Sus sacrificios eran notables. A diario, Nicol se levantaba a las 5:00 a.m., desafiando la oscuridad para correr diez kilómetros, moldeando su resistencia física y mental. Su dieta, aunque limitada por las circunstancias económicas familiares, reflejaba su compromiso con la salud. En un entorno donde las fiestas desenfrenadas y las tentaciones eran moneda corriente, Nicol se negaba a sumarse a esa espiral autodestructiva. Su disciplina rayaba en la obsesión, llevando su cuerpo y alma al límite en busca de sus metas.

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Su determinación era inquebrantable, rechazando con terquedad extrema el conformismo que caracterizaba a la mayoría de las personas que habían sido parte de su vida. Nicol se negaba a absorber la mediocridad que emanaba de aquellos que no aspiraban a más. Cada día, forjaba su propio camino, esquivando la rutina gris que rodeaba a muchos, con la firme convicción de ser la excepción, la que desafiaba las expectativas y emergía como un faro de éxito en el oscuro panorama de su entorno.

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Finalmente, llegó el día de su primera pelea profesional. El ambiente en el gimnasio municipal estaba cargado de nerviosismo y expectación. Nicol, engalanada con sus guantes y su bata, caminaba con determinación hacia el ring. Sus ojos, fijos en el horizonte, reflejaban una mezcla de emoción y ansiedad.

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El sonido del campanazo resonó en el gimnasio, marcando el inicio de la pelea. Nicol se enfrentó a su oponente con un nerviosismo palpable. Los primeros minutos fueron intensos, y su contrincante aprovechó cada oportunidad para conectar golpes. Nicol, sin embargo, no se dejó doblegar por el castigo. Recordó las palabras de su entrenador: “Baila con el miedo, no dejes que te paralice”.

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Con el primer asalto finalizado, Nicol regresó a su esquina, su rostro marcado por algunos golpes, pero su mirada seguía ardiendo con determinación en sus movimientos, como si estuviera ejecutando una danza en el ring. En el segundo asalto, comenzó a encontrar su propio ritmo: movimientos más precisos, esquivando los golpes con agilidad y respondiendo con combinaciones certeras. El gimnasio se agitaba con la energía de la pelea, y el público se dejaba llevar por la transformación de la joven pugilista.

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En el tercer round, Nicol se encontraba en plena sintonía con la pelea. Sus movimientos eran fluidos, su confianza palpable. El entrenador la alentaba desde la esquina, recordándole que ese era su momento, su oportunidad de mostrar al mundo de lo que estaba hecha. A medida que avanzaba el round, lanzó un gancho imparable que impactó directamente en la mandíbula de su oponente. El gimnasio se sumió en un silencio momentáneo antes de estallar en un estruendoso rugido. La joven boxeadora, con el puño en alto, observó cómo su contrincante caía a la lona.

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El árbitro comenzó la cuenta regresiva, pero la pelea estaba decidida. Nicol se acercó a su oponente caído, ofreciéndole una mano para levantarse, mostrando respeto y deportividad. La multitud ovacionó a la nueva estrella que había emergido en ese oscuro rincón de la ciudad.

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De vuelta en su esquina, Nicol se abrazó con su entrenador, ambos sonriendo con la satisfacción de la victoria. Las lágrimas de emoción se entrelazaban con el sudor en el rostro de Nicol. Había demostrado no solo su destreza en el ring, sino también su capacidad para superar sus propias dudas.

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El gimnasio resplandecía con la luz de la victoria de Nicol. Era el comienzo de una nueva etapa en su carrera, una historia que seguiría escribiéndose con cada golpe, cada victoria y cada desafío que enfrentara en su camino hacia la grandeza. Sin embargo, la historia de Nicol dio un giro desgarrador en su primera competencia por el campeonato nacional al enfrentarse a una oponente carente de ética.

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Esta peleadora, conocida por su insensibilidad y extrema violencia en el ring, llevaba consigo la mala intención de hacer lo necesario para salirse con la suya. Cada movimiento, cada golpe que lanzaba, reflejaba una crueldad calculada y una falta total de respeto por las reglas establecidas. Su agresividad desmedida dejó a Nicol inconsciente con un golpe prohibido fuera de tiempo, marcando un sombrío episodio en la carrera de Nicol. Mientras Nicol despertaba en el hospital, el ardor de la injusticia avivó su resiliencia. Este enfrentamiento no solo reveló la falta de escrúpulos de su adversaria, sino también despertó en Nicol una feroz determinación de sobreponerse a la adversidad y regresar al ring lo antes posible.

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El proceso de recuperación fue muy difícil y doloroso. Nicol. Enfrentándose a su propia fragilidad, se agarraba a la voluntad fuerte que solo su entrenador y un verdadero amigo creían posible. Las palabras de los Médicos contaban la historia de una recuperación sumamente complicada, con la recomendación de que se olvidara de seguir practicando el boxeo, ya que corría un alto riesgo de padecer complicaciones progresivas e irreversibles en su cuerpo. No obstante, ella rechazó la silla de ruedas que muchos pensaban sería su destino y desafió las predicciones médicas con la pasión y determinación que le caracterizaban.

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La historia de Nicol alcanza su punto culminante cuando, a pesar de la contundente oposición de la gran mayoría de las opiniones a su alrededor, un año después, con el coraje que la caracterizaba, cual locomotora indomable a toda velocidad, supera las numerosas dificultades médicas y emocionales que se interponen en su camino para retornar al protagonismo del ring.

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En la mirada de Nicol, se reflejaba la determinación de alguien que experimenta un renacimiento profundo, enfrentándose con audacia al oponente más difícil al que todos, en algún momento, debemos confrontar: nosotros mismos.

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 Al lado de su entrenador, cada golpe, cada esquive, cada movimiento era una melodía de redención, una obra maestra escrita con los puños de una luchadora excepcional. La férrea dedicación la llevó una noche de octubre a subir nuevamente a un cuadrilátero, y el terror se apoderó de ella durante un momento. Era consciente que en el duro deporte del boxeo.

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El temor previo a una pelea actúa como un catalizador que impulsa al boxeador a prepararse más rigurosamente, tanto física como mentalmente, para el enfrentamiento que se avecina. Este miedo sirve como un recordatorio de la seriedad del deporte y del riesgo físico que conlleva. En su corta carrera, comprendía también que el miedo funciona como un mecanismo de alerta, agudizando los sentidos y aumentando la concentración del boxeador. Este estado de alerta puede mejorar la capacidad de reacción del púgil durante la pelea, permitiéndole anticipar y esquivar los golpes del oponente de manera más efectiva. En lugar de paralizar, el miedo puede motivar al boxeador a superar sus límites y desafiar sus propios miedos internos, canalizando esa energía emocional en una actuación más enfocada y resuelta en el ring.

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Y así fue como Nicol logró salir adelante en su retorno a los cuadriláteros, ganando por decisión dividida en su pelea de retorno. En los siguientes dos años, tras cada pelea, Nicol no solo demostró su habilidad técnica y táctica, sino también su fortaleza mental. Con cada movimiento, desafiaba las expectativas y dejaba atrás el oscuro episodio que marcó su carrera. Finalmente, Nicol se alzó como campeona indiscutible.

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Nicol no solo se convertía en una campeona de boxeo, sino que se alzaba como un símbolo viviente de la resiliencia humana, demostrando que la verdadera grandeza no se encuentra en la ausencia de miedo, sino en la valentía de enfrentarlo y bailar con él hasta que las sombras mismas se rindan ante la luz imparable del espíritu humano.

Su historia no solo representa una victoria en el cuadrilátero, sino más bien un testimonio inspirador de la fortaleza interior que puede surgir de las profundidades de la adversidad.

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Nicol no solo combatió en el ring; se convirtió en la personificación misma de la capacidad humana de superar las pruebas más desafiantes, iluminando el camino para aquellos que buscan fuerza en medio de las sombras.

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