Por Iván Alatorre Orozco
Bajo el manto estrellado de la existencia, nuestras manos entrelazadas forman un tapiz de amor, cosido con hilos de ternura que tejen una historia que solo el corazón comprende. Cada dedo, un poema silencioso que se desliza sobre la piel, recorriendo las líneas invisibles de nuestras almas entrelazadas.
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En el vasto lienzo del tiempo, nuestras manos se aferran con la fuerza de un anhelo que solo crece. Navegamos juntos por los mares de la vida, enfrentando tormentas y descubriendo calmas, pero siempre unidos en la travesía. En cada palma, reside la crónica de nuestros encuentros, marcados por las risas que han iluminado nuestros días y las lágrimas que han regado los jardines de nuestra fortaleza compartida.
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Y así, en la danza efímera del tiempo, nuestras manos se entrelazan como las raíces de un árbol antiguo, profundizando en la tierra fértil de nuestro amor. Cada roce, un suspiro que resuena en el eco eterno de nuestras almas. En cada contacto, hallamos la promesa de un viaje compartido, donde cada paso es una estrofa escrita con la tinta de nuestras experiencias, y cada abrazo, un capítulo cincelado con el martillo del afecto inquebrantable.
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Entre las luces y sombras de la vida, nuestras manos se buscan instintivamente, como dos faros que guían a través de la oscuridad. En su suave contacto, descubrimos el consuelo y la paz que solo el amor puede brindar. En cada apretón, encontramos la seguridad de que, pase lo que pase, nuestras manos seguirán siendo cómplices de un amor que desafía las estaciones del tiempo.
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En este cuento de nosotros, cada caricia es un capítulo que deja una marca imborrable en el libro de nuestras memorias compartidas. Nuestras manos, entrelazadas, son el eco eterno de un amor que trasciende las palabras y se convierte en el poema más bello que jamás hayamos escrito juntos.
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En cada pulsación de nuestro corazón compartido, late la melodía inigualable de un amor que perdura, florece y se reinventa con cada amanecer y cada anochecer. Y así, continuamos nuestro viaje, mano a mano, corazón a corazón, en este poema interminable llamado amor.
