Iván Alatorre Orozco
A mi mente le gusta jugar conmigo, se ríe de mi soledad a carcajadas
Pero hoy es diferente, siento desde muy dentro que realmente me acompañas
Que el dorso de tu mano acaricia mi rostro y mis manos dejas gentilmente desatadas
Como un amante, sin palabras, con la yema de tus dedos de amor percibo que me bañas.
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¿Estás realmente aquí o estoy soñando? Que tu voz sea quien lo diga
Ya no puedo distinguir los sueños de la verdad
Pero tu voz la tengo anclada en mi ser, y si me hablas, no existirá nadie que lo contradiga.
Y tu hermosa voz será nuevamente mi refugio, mi brújula, mi mapa y mi ciudad.
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Me resulta difícil recordar tu cara
Cuando llega la noche, y la soledad me ataca
Pienso en ti, y en el campo de batalla de una guerra que es una máscara
A la cual no pertenecemos, pero que a nuestro amor injustamente masacra.
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Odio tanto la ausencia de tu voz
Pero aún pienso en ella y con todo mi cuerpo sonrío
Porque con ella suspiras, porque con ella nos convertimos en poderosos ciervos
Que corren libres, sin miedo, atravesando el más caudaloso río.
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Tu voz que, al despertar, afloraba palabras que se metían en mí como un gato luminoso
Y al unirse a la mía podían inventar mil cosas que nunca hacíamos
Porque estábamos juntos y eso era suficiente, pues ni los terrenos más pantanosos
Impedían que gritáramos el sueño tangible de que en nuestro universo nos amábamos.
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El eco de tu voz aún habita sobre mi piel
Esa voz fresca y emotiva que susurraba a mi oído un futuro de infiernos y sueños
Una voz que, sin gritar, anidada a mi pecho confirmaba su naturaleza fiel
Que siempre terminaba anclada a mí, con un millón de inseparables abrazos.