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Él me enseñó a aceptar que la inocencia es parte fundamental de mi ser.

ÉL ME ENSEÑÓ IV

Por Iván Alatorre Orozco

(A mi hijo Gael)

Él me enseñó a aceptar que la inocencia es parte fundamental de mi ser.
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Él me enseñó que si no levanto la cabeza y miro hacia arriba, podría cometer el error de creer que soy el punto más alto.
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Él me enseñó a dejar de ser una roca y convertirme en una nube, a ordenar mis pensamientos como el viento, y a confiar en mis sentimientos como las profundas raíces de un árbol.
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Él me enseñó que durmiendo sueño lo que despierto sueño. Y que mis sueños son irreversibles.
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Él me enseñó que soy capaz de amar cuando permanezco inmóvil o cuando camino, cuando duermo y cuando me despierto, cuando callo y cuando canto, con mil sonrisas o con mil llantos.
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Él me enseñó a no pestañear durante los atardeceres, a dejar de darle importancia a la existencia del arriba o el abajo, a ser testigo de los colores que desfilan antes del anochecer, y a confirmar que yo mismo soy protagonista de ese espectáculo de luz y de oscuridad.
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Él me enseñó que al alcanzar la paz mi cuerpo se nutre, que al perdonarme tengo la oportunidad de amarme a mí mismo, y una vez alcanzada esa meta, lograr realmente renacer.
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Él me enseñó que la sabiduría no se hereda, la sabiduría se forja con cada caída, con cada golpe, con cada fracaso y durante todas las pérdidas.
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Él me enseñó a evitar correr desbocado sin tener un destino claro al cual llegar.
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Él me enseñó que soy parte del universo, y por eso renuncié a ser empleado de mis miedos.
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Él me enseñó que me ama como nadie antes lo ha hecho en mi vida, y que cada día, en todos nuestros encuentros, sin frenos ni límites, él me lo grita.
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Él me enseñó que soy capaz de amar durante los días soleados, o bajo la inclemencia de una tormenta; en las mañanas oscuras o durante las noches iluminadas de luna llena; dormido o despierto; dentro de casa o a la intemperie; antes, ahora, después y siempre.
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Él me enseñó que no se nace solamente al salir del vientre de la madre, pues yo nací, con su llegada, por segunda ocasión en mi vida.
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Él me enseñó que no importa si nos perdemos, si la lluvia nos moja, si nos tropezamos y caemos, siempre y cuando nos extraviemos, nos mojemos y nos levantemos uno al lado del otro.
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Él me enseñó, con la profundidad de su mirada, a descifrar los secretos de la luna; a ser testigo del baile de los árboles; a dimensionar la fuente de la fortaleza del naciente sol; el significado de la canción que emite el viento durante la tormenta, y a revolucionar mis prioridades al detenerme y admirar el recorrido de las hormigas al entrar y salir de su hormiguero.

24-febrero-2022

Acerca admin

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2 comentarios

  1. Hermoso fragmento.

  2. Filosofía pura aprendiendo y viviendo el eterno presente

    Te felicito

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