(A mi hijo Gael)
Por Iván Alatorre Orozco
Él me enseñó que antes de su llegada, yo buscaba un sendero que me condujera a la felicidad, hoy sé que el camino y la felicidad se encuentran dentro de mí.
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Él me enseñó que aún soy joven y que tengo mil objetivos y mil sueños por cumplir.
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Él me enseño que en muchas ocasiones debo escuchar más a mi corazón y menos a mi cabeza.
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Él me enseñó que la felicidad se encuentra al seguir los movimientos del sol y de la luna, al sentir el viento cuando choca contra mi nuca y al ser testigo de la intuición de las aves que siempre saben aterrizar en el sitio correcto.
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Él me enseñó que pese a que la vida nos da mil motivos para llorar, hay un millón de razones para ser feliz.
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Él me enseñó a comprender que las caídas y los fracasos deben de ser asimilados como lecciones de vida que me convertirán en la mejor versión posible de mí mismo.
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Él me enseñó que el verdadero significado de mi vida se gestó desde nuestro primer encuentro.
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Él me enseñó que la vida tiene ventanas abiertas que dan acceso a un mundo que me espera con los brazos abiertos al eterno presente.
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Él me enseñó que pese a su corto camino de vida, es capaz de reconocer mis heridas y hacer lo posible por sanarlas gracias a la ternura de su sonrisa y a la profundidad de su mirada.
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Él me enseñó que ya no debo de luchar desesperadamente por reconocimientos, a convertirme en un cazador implacable de recompensas o en un mendicante de cariño.
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Él me enseñó a enorgullecerme al aquilatar la felicidad que habita en mis saladas y húmedas lágrimas al anidarse en la comisura de mis labios.
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Él me enseñó que puedo poner un alto y decir basta a los miedos y vicios heredados.
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Él me enseñó, que juntos, tomados de la mano rodearemos a nuestro mundo entonando la misma canción de amor.
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Él me enseñó a reconocer y enriquecerme mutuamente con las personas de casa humilde y corazón inconmensurable.
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Él me enseñó que las pequeñeces son sólidas como el acero, y que el resto de las cosas, todo lo demás, las que consideramos seguras, pueden llegar a ser tan frágiles como el papel.
Hermoso fragmento, los hijos llegan para enseñarnos lo mejor de la vida ❤
Verdaderamente hermoso.