Por Iván Alatorre Orozco
Me gustaría pensar que en realidad existe alguien, quien desde lo más profundo de su ser es capaz de temblar de emoción al acariciar muy despacio mi frente. O si transita y esconde con sutileza sus manos en mis cabellos para poder percibir la electricidad de mi cariño que correrá a través de cada uno de sus dedos.
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¿Existirá ese alguien, cuyo rostro se enrojezca cuando mi voz haga acto de presencia al mencionar una frase, que más que cursi, sea considerada como un reflejo de mi ternura?
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¿Habrá un pecho que esté dispuesto a recibir sin temor mi cabeza para que esta se anide y se enriquezca al escuchar los suspiros de ella, quien a su vez, se agitará después ofrecerle mi pecho para que juntos sincronicemos cada uno de nuestros suspiros, creando así un lenguaje único con el cual solo nosotros dos podremos comunicarnos?
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¿Estarán esperando por mis labios, otros labios que al contacto con los míos adquieran esa calidez y humedad que no dejarán ninguna duda de que son los correctos?
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Todo esto y mucho más lo pienso una y otra vez sin tener la certeza de que algún día se convierta en realidad. Sin embargo, no puedo abandonarme y navegar a la deriva sobre las aguas de un inmenso océano que no tiene la obligación de darme la llave que responda a mis dudas o me de acceso al añorado puerto.
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No pretendo que nadie tenga piedad o lástima de mí, mucho menos escuchar las peroratas de que todo estará bien y de que existe alguien que el destino se ha encargado de reservarme para el momento adecuado.
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¿Cuál será ese momento adecuado al cual tantas personas hacen alusión? ¿Acaso deberé conformarme con la llegada del invierno de mis días tal y como los protagonistas de la novela de Gabriel García Márquez, el amor en tiempos de cólera?
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Me pregunto porque el destino y aquellos quienes le adjudican ese papel hegemónico, puede llegar a ser tan terriblemente absurdo e injusto.
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Me pregunto si no estaré perdiendo mi tiempo en construir tantos castillos en el aire, tantos escenarios y personajes que solo forman parte de la ficción de las historias que escribo.
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Me pregunto porque cada vez permito menos a que me consuelen, esperando de alguna forma a que llegue esa persona en la cual realmente sea capaz de confiar y meter las manos al fuego sabiendo que no me quemaré al exponerme nuevamente.
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A veces quisiera que nadie tuviera piedad de mí en el sentido de que se mostraran brutalmente sinceras, que no trataran de convencerme de la fragilidad de algunos sueños que carecen de sustento.
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Me enorgullecen mis lágrimas, porque son mías, porque me ayudan a ubicarme, ellas son totalmente de mi propiedad, y aunque en ocasiones me excedo en su copiosidad, nadie ejerce su bondad o su manipulación sobre ellas. Me pertenecen, con todas sus virtudes y sus numerosos pecados, porque son la manifestación salada proveniente de mi corazón, que bajan a través de mis ojos y se anidan finalmente en la comisura de mis labios.
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¿Existirá ese alguien que me ayude a deshacerme de parte de la carga que me impide ser funcional? ¿Soy merecedor de que alguien me observe desde lejos y después directamente a mis ojos color miel y espere con impaciencia hasta convertirse en testigo presencial de como mis latidos se aproximan a los de ella?
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¿Es posible que lo profundo o lo vano de mis palabras dejen de ser indiferentes y que por primera vez en mi vida sean valoradas y sean capaces de detonar sonrisas y generar felicidad a ese ser amado?
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Hoy, más que nunca, pareciera que mi sueño no se encuentra tan alejado de lo tangible, vislumbro señales que antes no reconocía, ahora sé que no debo de controlar y conocerlo todo para tener el valor de tomar decisiones, la práctica ha ganado ciertas batallas a la teoría que me ayudan a expandir mis horizontes.
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Estoy acostumbrado a pensar mucho más que a sentir, tengo la ilusión de que al revertir este orden acortaré significativamente el camino que me separa de ella.
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La idea de saber que otro ser, jamás conocido antes por mí, piensa en mí sin conocerme, que siente mis emociones, que se compromete con mis aflicciones, que acercará su cuerpo a mi cuerpo para unir su corazón al mío, para que juntos, apoyados uno en el otro, sujetando con fuerza nuestras manos, podamos así, eternamente, escuchar la música de nuestros suspiros.
5-diciembre-2021
¡Bello texto! ❤️
¡Me encanta!