Por Iván Alatorre Orozco
La brisa de esa mañana presentaba una actitud diferente a cualquier otra; el efecto que producían sus movimientos verticales golpeaba de frente a cualquier objeto que se interpusiera en su camino, distribuyendo un oxígeno que acariciaba una memoria, encumbrada ahora, en orgullosa realidad.
.
La brisa se introdujo con intensidad entre cada hoja de los fresnos existentes, produciendo un ancestral himno que se expandió hacia los cuatro vientos, anunciando la tan esperada restitución, gritando la llegada del reencuentro.
.
El océano verde de pinos se extendió más allá del alcance de cualquier mirada, comenzaron entonces a bailar sincronizados, movidos por un viento orquestador que los balanceó de un lado a otro, representando así la más bella de las coreografías.
.
Los anchos encinos se fundieron en el más amoroso de los abrazos, entrelazaron sus prominentes ramas para poner fin a la larga espera que les obligaba a mantener la insoportable distancia.
.
Cada árbol, dejó de representar el acto en un escenario en el que se mostraba de forma insignificante. Se reconectó nuevamente dentro del cobijo de la madre tierra gracias a sus profundas raíces, que como venas transportadoras de vida, irradiaron su esencia constituida de grandeza.
.
Los extensos desiertos, con sus dunas interminables, vestidos del hipnótico e infecundo color amarillo del abandono, no se volverían a levantar como gigantescos espectros para hacer notar su presencia en forma de cortinas de arena, con ese objetivo de dificultar el respiro y la visión de los espíritus nobles.
.
La fuerza de las aguas, se introdujo también sobre la geografía de las innumerables selvas de concreto, que desquebrajaron de inmediato su estructura para devolver a su sitio a los cauces donde se reinstalarían los ríos con su eufórico grito que los posicionaba en sus trayectos familiares, para fusionarse después, en la trascendencia del reencuentro, sin interrupciones, sin desvíos y sin violaciones, hacia la majestuosidad de los océanos.
El poder regenerador de la brisa tapizó rápidamente el frio asfalto y áspero cemento con su implacable verdor. Con su pasto infinito, sus enredaderas, sus arbustos y el colorido de sus millones de flores que endulzaron nuevamente los enarbolados ojos dignos de apreciar el más auténtico de los espectáculos.
Desde ese día, no se calificará a un huracán, un tornado, un terremoto, una erupción volcánica, una inundación, una tormenta de nieve o un tsunami, como un desastre o una calamidad, sencillamente serán las expresiones de vida de un planeta que respira y se mueve dentro de sus propios dominios.
La brisa cerrará otro ciclo de oscuridad con luz, y quizás, en algún momento, él regresará, con una nueva oportunidad, respetando y amando a la madre que siempre tendrá un espacio para el perdón, y tal vez entonces, él realmente aprenderá a valorarlo.o
4-Octubre-2021