Por Iván Alatorre Orozco
Me gusta pensar que el resorte motivacional que impulsa a cada persona al abrir los ojos y colocar el primer pie sobre el piso cada mañana, es directamente proporcional a la intensidad de los sueños experimentados durante la noche.
Mi nombre no es importante, la gran mayoría de los adultos que me conocen aseguran que no soy uno de ellos, que no entiendo las formas y la velocidad con que se mueve el mundo. Me tildan como un inepto para comprender las cosas importantes de la vida, como un rebelde sin causa, como un incompetente con iniciativa, como un adulto con discapacidad emocional, y otras joyitas que me cuelgan por mi particular forma de percibir mi universo personal y el de los otros.
Lo que ellos no saben, es que pertenezco a un selecto grupo, uno que tiene como pilar principal el culto al mundo de los sueños. Me gusta soñar cuando duermo y mucho más cuando estoy despierto, por eso no me preocupa que diga la gente todo lo que quieran sobre mí. Mientras no se interpongan en el camino de mis sueños, o pretendan que me encargue de cumplir los de ellos, yo continuaré siéndome fiel a mí mismo al ser testigo de cómo la vida, se encarga de mostrarme toda su gama de colores y me permite colocar las piezas de su rompecabezas, para así, poder formar la imagen de la felicidad a la que tanto anhelo.
No sé cuáles sean los primeros pensamientos de esos adultos cuando al despertar se apoderan de su estado consciente, deseando mover con urgencia sus extremidades y abrir con vigor sus párpados, para que sus ojos y sus percepciones se inunden de realidad y buscar aquello que les permita ser parte del mundo de lo normal.
Normalidad y realidad, peligrosas palabras cuando son empleadas en una sola dirección, ya que crean confusión y son usadas arbitrariamente con el objetivo de manipular a todos aquellos quienes deseamos acceder a terrenos más luminosos y transparentes.
Pese a la poca o mucha experiencia que pueden sumar mis años, espero tener todavía el tiempo suficiente para seguir acumulando sueños palpables e intangibles, adaptarlos a mi vida diaria con la certeza de saber que a través del ejemplo, tal y como una piedra que es arrojada sobre las aguas de un estanque para crear ondas, muchos más adultos logren despojarse de esa frialdad que los caracteriza, del blindaje que obstaculiza la entrada de la imaginación, la capacidad de asombro, y al protagonismo de la magia y la fantasía que se manifiestan sutilmente en todas las esquinas.
Para un constructor de sueños, una mesa es mucho más que una tabla con cuatro patas. Nuestra visión no se limita a solo hacer uso de ese mueble de forma mecánica, ya que nuestra sensibilidad nos impulsa a realizar un viaje al pasado para poder así imaginar las historias que ella guarda; las conversaciones incrustadas en su estructura afloran desde sus diferentes claroscuros y reviven ante nuestros sentidos que perciben nuevamente tanto la gracia, la bondad, el amor, así como también la desesperanza, la angustia y el dolor acumulados que fueros absorbidos por todas aquellas personas con las que cohabitó.
Procuro construir y nutrirme de mis sueños, permaneciendo con los ojos abiertos y también cerrados, es la llave que me permite abrir la puerta hacia un mundo más completo, menos complejo y más enriquecedor. Descubrí hace tiempo que la libertad se potencia cuando espolvoreas sobre ella el ingrediente de los sueños.
No niego la existencia de las pesadillas, pues es innegable que somos luz y somos sombra, pero puedo con toda certeza asegurar que he vencido a mis pesadillas gracias a la fortaleza y el protagonismo de mis sueños.
16-Agosto-2021
