Noticias de última hora
Inicio / La Vida en Rosa / SIETE DÍAS CAMINANDO
Entro a la habitación, la oscuridad es total, a cada paso que doy se escucha el crujir del piso de madera, procuro no golpearme con algún mueble, pero conforme avanzo noto que no hay uno solo. Puedo escuchar el eco que produce el latido de mi corazón que me avisa de la presencia de alguien más en la habitación. Percibo un olor que combina la tristeza, el rencor y la furia.

SIETE DÍAS CAMINANDO

“El espejo”

Iván Alatorre Orozco

Entro a la habitación, la oscuridad es total, a cada paso que doy se escucha el crujir del piso de madera, procuro no golpearme con algún mueble, pero conforme avanzo noto que no hay uno solo. Puedo escuchar el eco que produce el latido de mi corazón que me avisa de la presencia de alguien más en la habitación. Percibo un olor que combina la tristeza, el rencor y la furia.

Una delgada línea de luz plateada de la luna se introduce a través de la pequeña fractura de la ventana, entonces confirmo la presencia de un espejo que cubre una pared completa. Me acerco con precaución hacia él, creo estar viendo el reflejo sincronizado de mis pasos, pero cuando me ubico a dos pasos del espejo, la proyección no es la de mi rostro, en su lugar, aparecen las facciones arrugadas y casi sin vida de un anciano que imita a la perfección cada milímetro de mis movimientos.

Mi sangre se hiela al imaginar que el anciano y yo, pudiéramos ser la misma persona, que nos hayamos fundido en una sola entidad autodestructiva, en la cual diseñamos un escenario donde actuamos intercaladamente recreando los papeles víctima y victimario.

Lo observo fijamente, no puedo permitirme pestañear o él se adueñará no solo de mi voluntad, sino también de mi cordura. En su rostro se comienza, muy lentamente, a dibujar una sonrisa que solo alcanza la forma de una extraña mueca. Él tampoco pestañea, no mueve un ápice sus grandes ojos inyectados ahora en color sangre.

Aprieto la mandíbula, mi cuerpo tiembla, una línea de sudor frío y una cálida lágrima surgen sincronizadas, recorren la geografía de mi rostro hasta anidarse en la comisura de mis labios ya mezcladas en una sola húmeda entidad. Es la más salada de las gotas que mi lengua ha saboreado jamás. Trago en varias ocasiones saliva, baño mis labios con mi lengua, mi garganta empieza a cerrarse, soy consciente que la inmensa sed que siento tiene el claro objetivo de doblegar primero mi cuerpo, para someter después a mi espíritu, y aun así, no pestañeo.

Todo mi cuerpo tiembla, pero ni el frío o el miedo son los responsables de mi reacción. Aprieto ambos puños con violencia y escucho el crujir de mis dedos que hacen notar su presencia en una especie de grito de guerra cuando noto que el anciano levanta su mano derecha y me señala con el dedo índice mientras emite una estridente carcajada que hace fluir un torrente de baba que queda adherida a su barbilla.

Abro las órbitas de mis ojos hasta el límite; me encuentro con el niño, el joven y el adulto temeroso que habitan en mí, ahora me acompañan, y sin importar la oscuridad de la imagen que refleja el anciano, o sus acciones que pretenden intimidarlos hasta posicionarlos nuevamente en el histórico escenario donde reina el dolor y la soledad, los tres, por primera vez, tampoco pestañeamos un solo instante.

Acerca admin

Le puede interesar:

LA SOMBRA QUE ABRAZAMOS

Siento cómo cada parte de mí se desmorona, como si mi esencia misma se rompiera ...

Discover more from Minerva Multimedios

Subscribe now to keep reading and get access to the full archive.

Continue reading