Por Iván Alatorre Orozco
El tiempo que se esconde en las profundidades de un día, una semana, un mes, un año, un lustro o varias décadas podría filtrarse como solo palabras borrosas en un diccionario cuasi consciente, pero no lo son, cada acción representa la consolidación de un triunfo o un fracaso, y el logro o la derrota encuentra su nivel más álgido, acompañado de la valentía con que afrontemos las encrucijadas (pequeñas o grandes) que cada período exige.
El ver nuestra imagen reflejada en un espejo será la clave de nuestro autoconocimiento, y por ende, del crecimiento personal que tanto anhelamos. No debemos engañarnos, caminar prolongadamente en círculos nublará nuestra visión sobre un horizonte infinito de posibilidades.
Esa inquietud, nos arrastra emocionalmente a buscar recovecos de luz, ya sea en una apartada esquina, en un lugar extremadamente lejano, o incluso por debajo de las piedras si fuera necesario.
Es la respuesta a un deseo significativo, el de crecer y seguir superándonos. Sé que nuestro anhelo es el de construir un camino que nos conduzca hacia una vida más auténtica, más cálida, más enriquecedora, iniciando por nosotros mismos para después, influenciar y mejorar la calidad de vida de los que nos rodean, tal como lo hace una roca que es arrojada a un estanque para generar ondas que se extienden hacia toda su geografía.
Me siento privilegiado de saberme un pasajero alimentado de una ilusión, la de poder tomar las riendas de mis propios sueños, esforzándome hasta la consecución de cada uno de ellos.
Sé que frecuentemente empleo y me refugio bajo la premisa de colocar a los sueños en una posición preponderante respecto a las principales actividades que han marcado un cambio revelador en mi vida. ¿Por qué será que la mayoría de la gente rehúye a tan sublime distinción? Acaso, no nace y fluye absolutamente todo en el ser humano a través de la gestación de una idea o un sueño.
Tenemos una hermosa misión, aquilatar el calibre de nuestros propios alcances y limitaciones, aprender de los niños con su sabiduría al no perder esa capacidad de asombro por los detalles más minúsculos que aparecen delante de nosotros, y enorgullecernos al saber que reímos con un corazón noble, porque la vida tiene algo mejor esperando a la vuelta de la esquina, porque merecemos alcanzar esa luz, y porque a pesar de todo brillamos hasta con el alma rota.
4-Junio-2021