Me quedé de pie, inmóvil, observando el limonero que nos ha regalado por tantos años las más deliciosas hojas, a mí, mi familia y toda la comunidad de hormigas a la que pertenecemos. La noche es fría, pero bien iluminada por una luna tan ancha que más bien asemejaba un sol. El viento, mece con gracia toda la estructura del árbol y sus movimientos simulan un hermoso baile, contoneándose con alegría desde la raíz hasta la punta.
Me siento sobre la tierra que baña las raíces del limonero, mi mirada, apuntando directo al cielo, me transporta hacia un pasado en la cual, siendo apenas una pequeña hormiga, intentaba comprender como pensaban y entendían el mundo las hormigas mayores.
Fue una época extraña, en la que por desgracia, olvidamos la importancia de trabajar en equipo, dejando a un lado los valores que nos habían legado nuestros antepasados.
Antes del arribo del que sería el invierno más extremo del que se tenga memoria, varias de las hormigas obreras no salieron de sus moradas o asistieron muy pocas horas a las altas ramas del limonero a diferencia resto que si cumplieron con su compromiso. La nuestra es una sociedad que funciona gracias a la dirección de una reina y un apoyo solidario entre todos los integrantes que habitamos los numerosos túneles que conforman nuestro hormiguero.
Recuerdo que otoños atrás todas laboraron con la misma intensidad y responsabilidad, pero ese año algo cambió en la actitud de muchas de ellas, la verdad fue que una serie de eventos desafortunados, como la llegada anticipada de las primeras nevadas y el insuficiente abastecimiento de alimento, suscitaran situaciones de caos en parte de la comunidad.
Un sector de la población acumuló mucho más comida de la hubieran podido consumir hasta la llegada de la primavera, era normal que todo se repartiera en partes iguales, pero un grupo de ellas se aprovecharon de la necesidad de varias de sus compañeras, sabiendo que en algún momento ellas padecerían hambre.
Para poder sobrevivir al crudo invierno, las hormigas que no contaban con suficientes hojas se vieron sometidas a los abusos por parte de los que en el pasado fueron considerados sus amigos y compinches. Las obligaron a convertirse en hormigas esclavas, obligándolas a realizar las tareas que sus amos les impusieran para así obtener la preciada ración de alimento que sus familias requerían.
Mi padre es una hormiga que trabaja de sol a sol desde que tengo uso de memoria, mi madre, además de dedicarse a las labores de nuestro humilde hormiguero, suele participar activamente en diversas tareas con la comunidad. Los dos respaldaron, en la medida de sus posibilidades, a todas las hormigas que pudieron durante esos meses oscuros de nuestra historia.
Yo era muy joven y no entendía un montón de cosas, deseaba con desesperación que me explicaran lo que estaba pasando, la idea de que algunos tuviesen tanto y otros tan poco, así como la violencia entre hermanos, fue muy difícil de asimilar para mí.
La primavera hizo acto de presencia, logramos sobrevivir a muchas adversidades, llegó el tiempo para reflexionar y hacer un recuento de los daños. Habíamos desviado el camino y dado la espalda a nuestros valores más fundamentales, no fue sencillo ya que las hormigas en el poder, apoyadas por la misma reina, se encargaron de obstaculizar el resurgimiento de nuestra amada colectividad, y aún más importante, habíamos casi perdido la trascendencia de nuestra esencia como individuos.
Por fortuna, el tiempo, junto al sacrificio diario de la mayoría de las hormigas, colocó las piezas en su acostumbrado lugar. Muchas otras especies de animales que habitan en nuestro entorno nos suelen observar con curiosidad, les resulta incomprensible como logramos una excelente sincronía al formar interminables filas de trabajadoras, y darse cuenta que muchas de ellas, no cargan nada sobre sus dorsos, las critican y las consideran y hacen saber su holgazanería.
Lo que no saben, es que ellas tienen un papel bien importante para nuestra supervivencia, son las exploradoras que valientemente localizan las mejores fuentes de alimentos, las que se exponen a infinidad de peligros al salir en grupos pequeños hasta lograr su cometido y gracias a ellas, podemos recorrer esa fila, pues previamente, nos han dejado un rastro, una guía a todas las demás, en el camino de ida y vuelta de nuestras vidas.
Iván Alatorre Orozco
24-Abril-2021