Por Iván Alatorre Orozco
Las calles de mi pueblo
son angostas y empedradas
como laberínticas venas
que juegan, se entrecruzan
se dispersan, se extravían
pero nunca se desarman.
.
Las calles de mi pueblo
son antiguas y son sabias
porque ellas conocen su destino
y siempre avanzan
a veces con seguridad
a veces a tientas
inmersas en la oscuridad
convergen directo a su corazón
la plaza.
.
En la plaza desemboca
la proclama de la campana
con su estridente sonido
que a algunos alienta
que convoca y orienta
pero al final, todo lo trastoca.
.
Existen plazas que enarbolan
el estandarte a la solemnidad hueca
por quienes creen que con su sonrisa
pueden fomentar motivaciones
pero su rostros solo dibujan
una insultante mueca
envuelta en pérfidos jirones.
.
La realidad de mi plaza
es más clara y contundente
de ella emergen recuerdos,
en ella aflora el presente.
.
La importancia de mi plaza
no radica en su tamaño,
ni en su iglesia, o su palacio
en ella juego como un niño
sin prisas, sin juicios, despacio
ella me brinda el consejo
su comprensión
su calidez
y su abrazo
.
Porque podrán existir otras plazas
más ostentosas
más ordenadas
pero la mía es la más hermosa
porque es el corazón de mi pueblo
y para eso
no necesita ser glamurosa.