*PARA LEER CON CALMA
POR IVÁN ALATORRE OROZCO
Sus ojos lucen tristes, sin abandonar su esencia melancólica, transita casi musicalmente, desde un punto a otro, como si estudiara cada uno de sus pasos, intentando, en la medida de lo posible, asegurarse el pisar sobre un suelo firme, uno que no represente un riesgo, uno que no la conduzca al quebranto.
No conozco su nombre, yo la llamaría poesía, por la delicadeza de sus manos, por el temblor ocasional de sus escarlatas labios, por su cabeza inclinada hacia abajo, por su rostro iluminado, con estelas en color, a veces grises, pero con un profundo brillo, tan enigmáticamente blanco.
Navega con una bandera que ondea la discreción y enarbola complejos silencios, pareciera que nunca deja de zarpar, parece entender, que a cualquier destino en la mar, solo se puede llegar navegando.
Sus ojos son los dueños de la tormenta y el llanto, sus silencios hablan como el viento, son un ruiseñor enjaulado, un océano sin olas, son invierno y primavera, son sensualidad y ternura, son mañana brillante y noche mística, son horizonte infinito, son embarcación, son agua, son el añorado puerto.