PARA LEER……
POR IVAN ALATORRE OROZCO
Despierto exhausto a media noche por no haber logrado retener un sueño, decepcionado por la profundidad de las tinieblas que colapsó la tan añorada oportunidad de vencer al desconcierto. Pero en realidad no importa tanto el cansancio, es más la acumulación del desconsuelo, por solo tararear melodías sin canto.
Un día soy la enérgica cascada, soy altura, soy espuma, soy piedra que encausa las azuladas aguas; pero de repente todo cambia, me transformo en un charco, en fango, en agua sucia que se consume en el abismo.
Constantemente río, por el viento que me abraza, por el alba y el ocaso, por el frío, el calor, el sudor, por la sangre que corre, por el aliento que no acaba. A veces camino a ciegas, sin tropiezo, sin angustia, sin estigmas, y confirmo sin mirar un horizonte que me llama.
Pero también me pierdo al estudiar mis pasos, caminando sobre el ardiente suelo, calculando destinos inalcanzables que proyectan sonrisas calcinadas, que con cada respiración envenenan mis pulmones, privándome de esa luz que me alimenta, que me guía y que me abraza.
A veces siento que muero, sin alegrías ni llanto, consumiéndome en la nada, en la penuria sin sentido, entre el negro y el blanco.
Pero quiero pensar que al final de cada extremo, sigo siendo el sueño que no muere, el agua que fluye, la roca que resiste, la risa que emerge a la superficie. Deseo seguir siendo testigo de un horizonte iluminado, e inevitablemente, añoro encontrar la oportunidad para levantar mi voz y enarbolar mi canto.