POR LOS PASILLOS JUDICIALES
POR VÍCTOR MANUEL CHÁVEZ OGAZÓN
Puerto Vallarta, Jalisco, este centro turístico, paraíso del Océano Pacífico y motor de la economía Jalisciense, tiene desde hace muchos años otro amo, otro dueño, alguien que manda ahí y tiene la última palabra: El narcotráfico.
La realidad es que nunca se le ha rescatado y las autoridades municipales, muchas veces abandonadas a su suerte, solo han llegado para aprender a cómo convivir con él y no morir en el intento.
Los alcaldes son incapaces de imponer a sus jefes de la policía o comisarios, es el Puerto el que los elige y si alguien osa contradecirlo, entonces sufren atentados, los espantan y les lanzan granadas, como le pasó en su momento a Roberto Rodríguez Preciado un 15 de octubre de 2012.
Pero antes, tiempo atrás, Puerto Vallarta dejó de ser un campo neutral y a diferencia de los otros dos destinos turísticos mexicanos de mayor trascendencia, desde el 8 de noviembre de 1992 se marcó como un territorio difícil, un campo más de batalla, con un solo dueño que con el pulgar hacia abajo decide cuando la paz termina.
De esa manera, en aquella fecha, un grupo de más de 30 pistoleros llegaron procedentes de Nayarit para cambiar la música por el ruido de los disparos y cegar de la vida a quienes encontraron a su paso, todo para matar a los hermanos Arellano Félix, que ese día eran invitados en ese lugar.
Ellos lograron entonces salir por los ductos del aire acondicionado, Francisco Javier y Ramón Arellano escaparon, seis de sus escoltas pagaron con su vida y otros tres más resultaron heridos.
Posteriormente se sabría que quienes orquestaron el ataque fueron: Joaquín ‘El Chapo Guzmán’ y Héctor Luis ‘El Güero’ Palma en venganza por el coche bomba que los Arellano Félix hicieron estallar el 29 de mayo de ese año en una de las propiedades del líder del Cártel de Sinaloa.
En el año de 2010, un comando armado asaltó un edificio de departamentos de la zona de Bahía de Banderas y se llevó a Alejandro Coronel Mardueño, de 16 años, hijo de Ignacio “Nacho” Coronel, al que luego le quitaron la vida. Esto desató una verdadera guerra en la zona, de ejecuciones y secuestros entre familias. Nacho Coronel fue abatido meses más tarde por personal de la Marina, en Zapopan.
El 6 de mayo de 2019 los papeles se revirtieron. Varios hombres armados presuntamente del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), encabezado por Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, secuestraron a Jesús Alfredo e Iván Archivaldo Guzmán Salazar, herederos del imperio criminal de Guzmán Loera, cuando celebraban el cumpleaños de uno de ellos con amigos y familiares. Aparentemente El Mayo Zambada intervino para conseguir que lo liberaran.
Otros crímenes le han sucedido. El 20 de septiembre del 2011 en el exclusivo Fraccionamiento Marina Vallarta, fue asesinado un abogado hijo de otro reconocido litigante, Tony Duarte, a manos de cuatro sujetos que escaparon a bordo de una camioneta de color blanco, de reciente modelo.
Y en fechas más recientes, el 22 de noviembre del presente año, el empresario y constructor Felipe Tomé Velázquez, que también estuvo en un restaurante de la zona de la Marina, fue interceptado al salir junto con su esposa y amigos hacia su casa, en Nuevo Vallarta; asesinaron al chofer y al él se lo llevaron, apareciendo dos días más tarde sin vida en un paraje cercano.
El pasado 18 de diciembre, también dentro del antro denominado Distrito 05, fue asesinado a tiros por la espalda, el ex gobernador de Jalisco, Jorge Aristóteles Sandoval; en una acción orquestada, por un comando que además robó cámaras y dispositivos para no dejar rastro. En los mismos hechos lesionaron a un escolta.
La evidencia es clara…la paz se perdió en Puerto Vallarta desde hace tiempo y ese paraíso, por momentos, arde como el mismo infierno. Comentarios en: @Vicman666