LECTURA DE FIN DE SEMANA
POR IVÁN ALATORRE OROZCO
Anoche mis párpados, pesados como lápidas, cumplieron su cometido, comencé a flotar impulsado por el blanco manto de una espuma de mar que me abrazaba, me acogía y transportaba a lejanos horizontes.
Mi obstinación por comprender y controlarlo todo aquí se estrella como una ola en contra de mil afiladas rocas en el océano. Mi sumisión es total y sin embargo, pese a mis ataduras, siento que floto, como una hoja que serpentea impulsado por la brisa marina que dulcemente me susurra al oído cánticos en un lenguaje extraño.
Aquí parece no existir el tiempo, ni lo correcto o lo profano. Cierro mis ojos con fuerza y siento su presencia, ella me espera, logro vislumbrar su figura en la lejanía junto a la espuma que todo lo abarca.
Abro los ojos, ella descansa sobre el brillante lecho, un lienzo color cielo le cubre la mitad inferior de su cuerpo. Me coloco a su flanco izquierdo y me pierdo en la profundidad de sus ojos verdes.
Su presencia imana fortaleza y ternura, no tengo temor alguno, ella me mira, ha dejado de cantar, sus respiraciones son mínimas, sus movimientos apenas perceptibles, entonces, sonríe.
Su piel es blanca como la espuma, sus dedos delgados y alargados, su abundante cabellera color alba recorre todo su cuerpo, siete pecas adornan su pálido rostro, su nariz es aguileña, sus pómulos de porcelana, su vientre plano me permite entrever la curvatura que accede a la geografía de sus caderas, sus senos, pequeños y redondos cual rosados pétalos de rosa.
Ella gira su cuello hacia mí, me mira sin mirarme, su tersa cabellera roza mi rostro, extiende su dedo índice y entonces comienza a estudiar mis facciones.
Coloco mi cabeza sobre su pecho, cierro con fuerza mis párpados y siento el dorso de su mano que acaricia mi mejilla, mi alma se acelera. Ella es el espejo de la verdad, sin emitir palabra alguna ella simboliza mi añorada realidad, en ella, mis sueños encuentran esperanza.Iván Alatorre Orozco