POR IVÁN ALATORRE OROZCO
Estimada Beatriz:
Muchas personas han desvirtuado la costumbre de escribir cartas a mano, ¡pero yo no! Por eso me dirijo respetuosamente a ti, con toda la formalidad que tu imagen merece. De mi puño y letra, haciendo uso exclusivo de mi pluma de buen fluido a tinta negra mate y punto fino, empleando hojas de papel bond con bordes definidos sin recubrimiento que no superen las medidas reglamentarias de 21.5 centímetros de ancho por 27.5 de largo, te hago saber, a través de la presente carta, mis transparentes intenciones.
Todo inició aquella mañana calurosa de Abril cuando te presentaron como el flamante elemento de nuestro equipo de trabajo. En la gerencia te dieron una emotiva bienvenida, te mostraron tu oficina y bajo un ambiente afectivo te adiestraron después sobre las actividades que desempeñarías en la firma de abogados. Quise involucrarme de igual forma que los demás en cuanto a los detalles de tu llegada, pero no me fue posible, mi atención se centró en contar todos los círculos color fucsia impresos en tu vestido blanco satinado sin tirantes (que aún recuerdo sumaban 237), en observar los tazones con botanas a los que repetidamente acudían los compañeros en el despacho, salivando invariablemente sus dedos entre una toma y otra, dejando así, residuos acumulados de bacterias, microbios y gérmenes.
Siendo testigo de tal evento, recordé que solo el 59% de las personas se lavan las manos después de utilizar el baño, el 32% después de estornudar, solo el 35% después de acariciar a una mascota y poco menos del 15% después de manipular dinero; el imaginar lo que se introducían a la boca provocó en mí la obvia consecuencia: correr al sanitario y vomitar desesperadamente. Te confieso que una vez devuelto el estómago y habiéndome tranquilizado un poco (como costumbre) tomé mi pequeña bolsa con artículos personales, quité la envoltura a un jabón antibacterial, abrí la llave del grifo, y al ver el vapor del agua anunciando su hervir, sumergí mis manos con la espuma jabonosa y finalicé mi limpieza hasta no sentir la barra con aroma a hierbas.
Habiendo terminado el proceso, procedí a enjuagarme la boca con líquido antiséptico sabor menta por 5 minutos, escupí y cepillé 20 veces por cada dos piezas dentales, escupí y utilicé otro enjuague bucal, ahora sabor cítricos. Seguidamente repetí la rutina del lavado de manos y retorné a mis actividades. Era lo mínimo que podía hacer.
Durante estos dos años he aprendido a conocerte en silencio, sin que tú ni nadie lo haya advertido. Sé por ejemplo que cada mañana (entre las 9:05 y las 9:12) mandas pedir tu café, con dos cucharadas de azúcar dietética, un chorrito de leche deslactosada y lo acompañas con un trozo de pan integral tostado.
A pesar de que pretendes proyectar una personalidad inquebrantable ante tu equipo de trabajo, sé bien que sufres la estridencia de una torrencial tormenta, lo sé porque tu semblante se transforma posterior a la onda de choque causada por un rayo, se te hunden las comisuras de los labios, se agrandan ligeramente tus órbitas oculares y aprietas notoriamente las manos.
He visto cómo una pequeña araña te puede hacer reaccionar con espanto, teniendo que brincar a la primera silla, mesa o escritorio más cercano. No te culpo, prácticamente cualquier arácnido, insecto o roedor, genera la misma reacción en mí.
De alguna forma, creo que compartimos ciertos gustos y rasgos de personalidad, considero apropiado el hecho de que salgamos el próximo fin de semana, enriquecernos mutuamente al compartir experiencias y puntos de vista sobre temas varios que a los dos nos atañen. Si es posible, procura llevar tus propios cubiertos y servilleta de tela al café o restaurant en el que decidas nos encontremos, yo también los incluiré en mi inventario, las cuestiones de higiene son demasiado importantes para legárselas a otra persona que no sea uno mismo.
En cuanto a las normas de vestir, sería excelente que no usaras prendas con formas múltiples impresas, no puedo evitar distraerme con ellas, y ni qué decir de los vestidos con demasiado escote o de terminado asimétrico, sencillamente me desquiciaría tratando de asimilar tantas irregularidades. Tengo el hábito de revisar exactamente 20 veces que todas las puertas y ventanas estén cerradas antes de salir de mi vivienda, por tal motivo, te pido de favor que el horario de salida de nuestra tertulia no sobrepase las 21 horas, tengo reglas muy estrictas sobre permanecer fuera de mi casa una vez marcadas las 10 de la noche, no te imaginas la cantidad de peligros y rarezas a las que se enfrenta uno bajo los dominios de la noche.