*ADIÓS A QUINO
HÉCTOR M. RAMOS PRECIADO
Se fue Quino y el mundo no para de girar. Paren al mundo que me quiero bajar fue una de sus tantas profundas e irónicas frases, salidas de la boca del más clásico de sus personajes: Mafalda. Frase que hoy cobra vigencia universal ante el panorama mundial por el COVID 19, la desenfrenada globalización y el crecimiento de las desigualdades sociales.
Para Joaquín Lavado (Quino) se paró el mundo y para mala fortuna de los que seguimos arriba de él ¡Quino se ha bajado!
Quino nació en la ciudad de Mendoza Argentina en 1932 y ahí mismo nos abandonó el último día de septiembre del presente año. Su seudónimo Quino, le vino desde niño para que nadie lo confundiera con su tío Joaquín que también era dibujante y despertó en él la vocación de dibujar y parodiar las desgracias del planeta, donde siempre los poderosos se paseaban impunes frente a los débiles, pero, los débiles cobraban voz en los personajes de Quino para dejar a la vez una alegoría que movía nuestras conciencias.
Sus tiras cómicas aparecieron por lo menos cinco décadas en la mayoría de diarios y revistas más importantes de América Latina y no solo formaron parte de la vida de millones de personas, sino que también sirvieron para hacer del humor fino y sarcástico un instrumento para crear conciencia, cualidad artística que le valió reconocimiento universal al artista.
Desde la edad de 17 años se mudó de su natal Mendoza a Buenos Aires y ahí comenzó con sus historietas que publicó en todas las revistas habidas y por haber. El lápiz y la tinta comenzaron a fluir, dando comienzo a un talento irrepetible e inagotable.
Mafalda, su personaje más popular, nació por casualidad – como nacen todas las genialidades – pues el personaje fue creado por Quino para una campaña de marca de electrodomésticos. La campaña pareció haber fallado, pero tan no fue así, que de ella emergió Mafalda, su familia y la visión de nuestro mundo en vilo.
Quino imaginó a Mafalda como una “niña vieja” durante nueve años (de 1964 a 1973) y al paso del tiempo Mafalda le dio a Quino su pase a la inmortalidad. Mafalda hoy se agiganta ante el fracaso en todo el mundo de quienes sin tino ni gracia dirigen nuestras naciones, de su boca salen pedradas que sacuden nuestra conciencia y hoy sus planteamientos son más relevantes que nunca, siguen pasando de generación en generación. Sus retratos de las naciones marcadas por las irresponsabilidades y sus lecciones en las que la vida que es una defensa de la belleza, la amistad y el humor prevalecerán por siempre como un legado de fino humor que reconforma nuestra alma.
Dedicó por lo menos cuatro décadas de su vida a pintar sus extraordinarias caricaturas donde retrata – con alegorías compasivas e implacables a la vez – a la especie humana empeñada en echarle gasolina al fuego.
Ganó el premio Príncipe de Asturias en 2014 y todo tipo de reconocimientos porque su obra es monumental y su figura modesta, imagen que perdurara como una de las tantas certezas que Quino legó a este mundo.
Quino no tuvo hijos y digamos que no llevó una vida “normal”. Talvez eso contribuyó a que fuera tan prolífico en su arte, como si fuera una norma, siempre los genios se salen de lo normal y en este caso Mafalda bien pudiera expulsar de su flamígera boca: ¡No es justo que los justos no dejen hijos en este mundo tan injusto!
Como Mafalda, los demás personajes de la tira cómica son geniales: Felipe, Miguelito, Libertad, Guille y por supuesto Manolito, mi favorito durante la infancia que me dio el bendito tiempo de disfrutar a Quino.
Para quienes no han leído Mafalda, van algunas joyas de sus frases:
“¡Sonamos muchachos! ¡Resulta que, si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno!”
“Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo Importante.”
“Siempre es tarde cuando la dicha es mala.”
“No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor. Lo que pasaba era que los que estaban peor todavía no se habían dado cuenta…”
“¿Por dónde hay que empujar este país para llevarlo adelante?”
“Paren al mundo, que me quiero bajar.”
El espíritu de la obra de Quino constituye la denuncia de la deshumanización, la reivindicación de la ternura y de la paz.