IVÁN ALATORRE OROZCO
Estoy cansado del implacable orden y acomodo del universo. Quién o quiénes se ostentan poseedores de la verdad, la virtud, la gracia y la trascendencia. Seres colapsados de funcionalidad, de dirección, castrados de nobleza, inundados de desfachatez que desafortunadamente manejan los hilos de nuestros destinos.
Estoy cansado de flaquear una y otra vez en mis intentos por revertir una inercia aplastante, producto de la misma distribución apática, engañosa y absurda.
Estoy cansado de arrastrar este lastre que paraliza mi deseo por salir a una superficie impregnada de realidad, de una realidad impregnada de ilusiones, de ilusiones transformadas en sentidos, de sentidos traducidos en vida.
Estoy cansado de una herencia que presume una belleza inexistente, una solidaridad fantasmal y una falsa pureza transmitida desde un seno materno autoritario, abultado de ignorancia y generador de alimento contaminado con rencor y espanto.
Estoy cansado de vanagloriar la consecución de un logro solo a través de la aceptación de terceros, sin percatarme de la trascendencia de mis pequeñas grandes victorias que dan forma al hombre que pretendo llegar a ser.
Estoy cansado de las excusas infectadas de desidia, del miedo que me paraliza, de la ausencia de colores en mi paleta de pintor que solo proyecta un lienzo blanco.
Estoy cansado de adaptarme a respirar un oxigeno que repugna y ofende, que por su agresividad provoca un atragantamiento consciente de amargas bocanadas de aire contaminado, aire que calcina los conductos del júbilo, aire atiborrado de sinrazón, aire putrefacto con partículas envenenadas de indiferencia, irrumpiendo lascivamente mis entrañas, escudriñando, sistemáticamente, el candor, inocencia y pureza de mí mirada.
Estoy cansado de negociar con la oscuridad, de mezclarme entre las sombras mientras observo las manecillas de un reloj que no avanza, de caminar desnudo con las alas rotas mientras miro con los ojos en blanco un mundo de ciegos.
Estoy cansado de moverme bajo un ritmo tan cadencioso como enfermizo. Anhelo poder desfasarme de ese cansancio que limita, que bloquea, que inhibe, que consume. Permanecer siquiera de pie se ha traducido en un esfuerzo extenuante, en fatiga que me despoja de la practicidad en la búsqueda de cualquier sueño, de agotamiento crónico que aletarga los recuerdos y adormece la esperanza. Estoy cansado de que mí sacrificio y mí dolor se derrame inservible, sin propósito, sin contenido, sin sustancia, sin control, vertiéndose estrepitosamente como agua sucia en la coladera de la sumisión.
Estoy cansado de edificar grandes proyectos con planos anquilosados, atrofiados debido a una mal lograda objetividad. La cristalización efectiva de todos ellos cae presa de un autosabotaje indigno. Me acompaña palmo a palmo mi necedad por percibir un universo a la medida, con la menor cantidad de embrollos en el camino, sin comprender que, mi entorno, y los que en el habitan, forman parte de un cosmos impredecible, imperfecto e indisciplinado.Estoy cansado de que el fruto de mis actividades diarias, de mis desmañanadas y desvelos, se restrinja únicamente a una actividad física o mental sin trascendencia.
Estoy cansado de esperar un renacimiento cuando ni siquiera ha llegado mi momento de nacer. De esperar recorrer nuevos caminos cuando no transito todavía los que he heredado, de esperar enriquecer el corazón de otro cuando el mío apenas late. De pensar que el tiempo es quien me ha traicionado cundo en realidad soy yo quien le he faltado a él.
Estoy cansado, sencillamente, estoy cansado, de estar tan cansado. I