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CARTA DE DESPEDIDA

IVÁN ALATORRE OROZCO

Como bien sabes, mi capacidad para transmitir el verdadero potencial de mi sentir, de manera oral, se eclipsa frente a los alcances que logro a través del lenguaje escrito, y hoy en particular resulta para mí crucial el aflorar de la manera más transparente posible el tsunami de emociones que mi corazón grita.

Soy consciente que nuestra charla de hace rato probablemente haya sido la última en nuestra historia de vida juntos, créeme que lo último que eso me provoca es alegría, todo lo contrario, te confieso que mi mundo se vio afectado de mil formas diferentes, un velo de pérdida se cernió frente a mí con el mismo dramatismo por haber fallecido un familiar cercano.

Te parecerá contradictorio el que te haya platicado que me encuentro realmente bien, pero por extraño que parezca, es cierto, si bien el intenso sentimiento de duelo lo he cargado durante los últimos 30 días y se que permanecerá por un tiempo indefinido en el futuro cercano, el aprendizaje que obtuve desde nuestro primer encuentro y hasta el día de hoy, me ha transformado en un ser humano más completo, confío como nunca antes en que la luz se encuentra, siempre, invariablemente, a la vuelta de todas las esquinas, consolidé la trascendencia de amarme nuevamente, sin juicios ni engaños, y eso no tiene precio.

No tuve la intención de modificar tu visión de la vida, tu sistema de valores te han acompañado desde siempre y te aseguro que nunca pretendí desvirtuarlos, me enseñaste la importancia de defender aquello en lo que uno cree, a involucrarse, gracias a los alcances infinitos del amor en situaciones y acciones que normalmente uno nunca haría.

Debo confesar que tanto los tés, la música pop coreana, las películas de acción o de superhéroes, los documentales motivacionales, el salmón con verduras cocidas, el arte de Gustav Klimt o los pasteles demasiado dulces, históricamente no son en su totalidad de mi agrado, pero el sencillo hecho de que significaran parte de tu rompecabezas de vida, para mí, de inmediato se volvió una prioridad, deseaba tanto ingresar a tu mundo en todas las formas posibles.

Pero de la misma forma, añoraba que mi mundo también motivara el tuyo, hubiera apreciado tanto el que te involucraras de manera más activa respecto a mis sueños y esperanzas, que hubieras escudriñado con iniciativa y real interés en los pequeños grandes detalles que forman parte de mi rompecabezas existencial.

Nunca indagaste respecto a mis manías por comerme las uñas, de hablar solo, de no compartir comida ni bebida y en caso de hacerlo no comerlo, de mi fobia a las alturas y las ratas, o de mis pasiones por el trabajo de Cervantes, Borges o Cortázar, mi gusto por las baladas cursis en español de  los ochentas, mi religiosa afición por la leche con chocolate y las quesadillas, mi sensación de vacío al ver una función de cine sin palomitas.

Tampoco de mis gustos extraños, como acostarme en la azotea en la madrugada y perderme al observar las estrellas, caminar descalzo todo el tiempo que sea posible, llorar de emoción por detalles insignificantes, divertirme como enano al oprimir los botones en los juguetes de niños pequeños para que emitan sonidos o en mis proyectos más ambiciosos, como correr un maratón, hacer un posgrado en filosofía o reanudar mis visitas a orfanatos para convivir con los niños, escucharlos, tocarles melodías con mi guitarra, o escribirles cuentos  hechos a la medida.

Desearía tanto que no hubieras omitido  durante nuestras últimas semanas juntos, el acariciar mi mano cuando yo lo hacía con la tuya, que aceleraras las despedidas, que sobresaliera en tu vocabulario el uso del “no” como tu adverbio predilecto para generar discordia, que tu mirada  evitara la mía, que tus te amo no sonaran tan mecanizados, que ya no tocaras mi pierna por debajo de la mesa, que la intensidad y calidez de tus besos agonizaran progresivamente y que el acceso al frenesí del contacto con tu piel  se convirtiera en un hermoso sueño lejano.

Deseaba tanto que me hubieses confiado las historias que definían las fibras más sensibles de tu ser, tal y como yo me desnude emocionalmente, sin pudor o remordimiento ante ti. Hasta el día de hoy, no conozco en qué dirección se dirigen tus miedos, tus secretos más íntimos o tus proyectos de vida más básicos, esperaba que hubieras al menos aceptado un último té y permitido que yo te acompañara con un chocolate caliente, que no hubieras nuevamente apresurado tu partida, hoy tenía la esperanza que al fin se transparentaran los verdaderos motivos que explicaran el que emergiera ese último y contundente “no”, pero tristemente nada cambió.

Me quedo con un arsenal de cariño, proyectos, pasiones y de sueños truncados almacenados en la despensa de mi alma que no podré obsequiarte, un libro casi completo de poemas, varias interpretaciones de guitarra, las clases de baile que habíamos planeado, me quedo con una inmensidad de abrazos, un mundo de besos y un universo de amor para darte que nunca pensé fuera posible acumular.

Quiero agradecerte infinitamente por la ternura de tu sonrisa, tu risa que siempre sobresalía a la de los demás, a la profundidad de tu mirada, al temblor de tus labios, a la calidez de tus primeras caricias, a la perfección de tus dedos delgados, gracias por indirectamente detonar en mí el deseo  por llegar a ser la mejor versión de mí mismo, gracias por ayudarme a descubrir que es necesaria la oscuridad para acceder a la luz y que también yo, al igual que todos, tengo el privilegio de transitar sobre la tersa superficie de la felicidad.

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