*Un Cuento infantil
IVÁN ALATORRE OROZCO
Mamá suele decir que existen muchas palabras en el mundo, algunas son largas, otras cortas, varias de ellas tienen un sonido hermoso al pronunciarlas y otras dan un poco de miedo por lo que significan. También hay palabras importantes que debemos decir cuando hablamos o le escribimos a alguien: por favor, gracias, hola, adiós, mucho gusto o hasta pronto, son expresiones tan fáciles, que al usarlas en nuestra vida diaria, logran convertirnos en hembras y machos (chicos o grandes) más respetuosos y humildes.
Así pues, haciendo caso a los sabios consejos de mi mamá, con mucho gusto me presento ante ustedes. Mi nombre es Ronchi, soy el hermano más pequeño de una familia de pingüinos copete amarillo, mis hermanos mayores (Volpi, Merlik y Fanny) no siempre se portan tan bien como todos quisiéramos, es raro el día en el que no hagan de las suyas provocando enojos y vergüenzas a mis papás.
El lugar donde vivimos es muy especial, me atrevería a decir que casi mágico, se llama la Antártida. El océano es tan grande que pareciera no tener fin, todos los días, antes de meterse el sol, acostumbro alargar mi cuello, con la ilusión de alcanzar a ver más allá del horizonte. Casi todo lo que existe en la Antártida es de color blanco, desde las nubes que bailan graciosamente en el cielo formando hermosas figuras, hasta los majestuosos glaciares que parecen vigilarnos con su pálido rostro, el mismo piso por el que nos movemos e incluso buena parte de nuestros cuerpos de pingüino; me gusta pensar que la blancura de mi pecho se confunde con el resto del paisaje, que el cielo baja a nivel del piso y yo me elevo junto con el suelo a los dominios de las nubes, entonces me doy cuenta que no existe un arriba o un abajo, todos somos una misma cosa, unidos por la coincidencia de vestir una misma piel.
Mi mamá y yo pasamos mucho tiempo juntos, ella me hace saber que la mayoría de los pingüinos confunden los detalles que son realmente importantes en la vida, me dice que todos tenemos no solo el derecho sino la obligación de ser felices, que ahora que soy un pingüino pequeño, no debo pasar uno solo de mis días sin jugar o sin reír porque sería un día perdido.
La historia de mis hermanos está llena de aventuras, yo los admiro porque viven a mil por hora, para Volpi, ganar las competencias de natación o de fuerza lo hacen sentir muy especial; Merlik es muy inteligente, tiene las calificaciones más altas de su clase y no es raro verlo rodeado de muchos amigos; mi hermana Fanny es muy bonita, le encanta salir y ser el alma de las fiestas.
Como se habrán dado cuenta, los tres, son pingüinos muy populares, pero como dice mi mamá, no todo lo que brilla es oro. Ellos están convencidos de gozar de su libertad en todo lo que hacen, pero lo que no entiende mi hermano Volpi es que ser más fuerte que los demás no le da el derecho de abusar de los más débiles, Merlik debería, por el hecho de estar más preparado, ayudar a los que no saben tanto, sin humillarlos ni sentirse superior a nadie, y mi hermana Fanny no debería de jugar con los sentimientos de otros pingüinos, aprovechándose de saberse bonita.
Mi mamá dice que cuando uno se cree libre por el simple hecho de poder hacer lo que uno quiera, no es en realidad libertad de lo que se trata, cuando haces sentir mal o dañas a otros pingüinos, tienes que estar muy consciente de tus actos, pues no debes hacer nada que no quieras que te hagan a ti.
La idea de ser libre no siempre la entendemos en su total significado, muchos podrían pensar que vivo sin libertad porque nací con una enfermedad que no me permite caminar y jugar como los otros pingüinos, no tengo la fuerza de Volpi, los numerosos amigos de Merlik o la personalidad y belleza de mi hermana Fanny. Pero les confieso algo, no me siento menos libre que cualquier otro pingüino, la libertad es la oportunidad de volar con el poder de la imaginación, es sentirse libre sin importar la situación en la que te encuentres, es encontrar el camino que nos lleve a estar en paz con nosotros mismos y el derecho de hacer lo que no perjudica a los demás.