Pulso Crítico
Héctor Manuel Ramos PreciadoT
El aislamiento, la interrupción del status quo y principalmente el abrupto freno a nuestra vida rutinaria ha generado que en estos pandémicos tiempos pululen infinidad de mitos.
Uno de los mitos más grandes que campea es el del fin de la globalización a causa del COVID 19. Mito fuertemente reforzado a raíz de un artículo recientemente publicado por la influyente y centenaria revista semanal inglesa “The Economist”.
Luego de analizar los argumentos de ese artículo se concluye que efectivamente hay y habrá grandes cambios en la economía global, en las hemisféricas y en las de cada país. Habrá grandes sectores afectados como el del trasporte aéreo y el turismo, como también habrá sectores altamente favorecidos como el comercio por internet y el financiero (bajará el crecimiento económico y subirá él endeudamiento) y los gobiernos de cada país incentivarán el consumo de productos nacionales por encima de los importados, pero …… ¡eso no puede considerarse el fin de la globalización!
Lo que considera The Economist como fin de la globalización es más bien la entrada – a raíz de la pandemia – a una fase de ajustes en la economía global y el inicio de una fuerte competencia económica tripolar entre Estados Unidos, Europa y Asia central (China y vecinos), lo que no puede considerarse como fin de la globalización ya que esto implicaría cambios en más sectores (que el económico) como el tecnológico, cultural, social y político, entre otros.
Otro mito, sin sustento alguno (como el de Sadam Husein y las armas nucleares), es el que el COVID 19 fue creado dentro de una conspiración de China y no como un evento natural, pues nunca a la humanidad había padecido algo semejante. Que no nos haya tocado verlo y menos estudiar la historia no justifica tal aseveración, pues la peste negra duró aproximadamente 900 años y mató, en muchos lugares, a dos tercios de la población. A principios del siglo XX tuvimos la pandemia de la influenza H1N1 que causó entre 50 y 100 millones de muertos y que entre los años 2009 al 2010 un nuevo brote de influenza H1N1 cobró la vida de entre 150000 a 575000 personas en el mundo. Los que ya peinamos canas, recordamos aún el temor que le teníamos a la poliomielitis, la tuberculosis y la lepra.
Es innegable que las consecuencias económicas serán graves, pero siempre ha sido así: A todas las grandes pandemias les han seguido grandes hambrunas. Ahora el panorama pinta mejor, si se actúa bien (como parece se está haciendo), no habrá hambruna.
También se afirma que van a cambiar drásticamente las relaciones entre la gente, que se cerrarán fronteras, que aumentará la xenofobia, que se agrede y se discrimina al personal de salud (casos aislados, pero graves); pero también vemos muchísimas acciones de solidaridad, de altruismo, de caridad, de cooperación por todos lados.
Aunque el aislamiento social no se considera bueno ni deseable ya que somos gregarios por naturaleza, hay que considerarlo como un mal menor y temporalmente necesario, ya que nos aislamos para protegernos y para proteger a los demás. No debemos utilizar nuestro tiempo de aislamiento para difundir o crear mitos que debiliten aún más la cohesión social, necesaria siempre para enfrentar las desgracias. Hoy más que nunca se necesita utilizar el tiempo en cosas positivas.
Fuera de toda especulación e interpretando a las opiniones más calificadas de biólogos, médicos y sociólogos, la realidad es que estamos ante un evento natural ya vivido con anterioridad por la humanidad y enfrentado obviamente en forma distinta, porque las circunstancias ahora son abismalmente diferentes.
Lo real y tangible que dejará la pandemia será la aceleración de algunos procesos que se venían dando. Se tendrá que revisar el sistema de salud, se transformarán empresas, se fortalecerá el estudio y el trabajo a distancia, la producción de alimentos será prioritaria, se revisará el sistema tributario buscando más equidad, se detonará aún más el desarrollo científico y tecnológico, se promoverá el derecho del ingreso al mínimo vital. (algún día llegará) y el acceso a internet como un derecho humano. Casi todo será dentro del marco de la globalización, que eso si, entrará en una nueva etapa de cambios y reajustes, pero no de desaparición.
Al paso de unos años y luego de que pasen los efectos mediáticos de la pandemia, sin duda estaremos hablando de tantos absurdos dichos y afirmaciones durante esta (eso sí) histórica pandemia.
¡Gracias por darte el tiempo de leernos!