Pulso Crítico
Héctor Manuel Ramos Preciado
La lucha contra el machismo por las mujeres de México es sin duda plausible y no debe ser solo la lucha de las mujeres, sino de toda la sociedad mexicana contra ese fenómeno histórico cultural que comprende al conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias destinadas a promover la negación de la mujer como sujeto indiferentemente en el ámbito social, económico y político.
El machismo generalmente se ejerce por los varones, pero también es ejercido de manera pasiva por algunas mujeres que ayudan, defienden y soportan ciertas actitudes que las minimizan, que las colocan en una situación de debilidad o que son reproductoras de estas diferencias.
Basado en el axioma “en una sociedad machista todos somos machistas”, la otra cara del machismo y de la que casi nadie habla, ni organiza grupos sociales en su contra, es la de la violencia del hombre contra el hombre y que cobra muchísimas más víctimas que las mujeres violentadas por los varones.
Según el último censo (2015) de población del INEGI 61 millones de habitantes del país son mujeres y 58 millones son varones, lo que denota una superioridad en número de mujeres, misma superioridad que se incrementa en la línea del tiempo debido a que el solo hecho de ser varón nos hace mucho más propensos a sufrir violencia y hasta la muerte a manos de otros varones y muy ocasionalmente de alguna mujer.
De las más de 40 mil personas registradas como desaparecidas hasta hoy en el país, más de 30 mil son varones y los homicidios dolosos no son la excepción, hay meses en los que la relación de homicidios dolosos es de 10% en mujeres contra 90% de hombres
Estas cifras constituyen una realidad innegable: el hombre, es más siniestrable que la mujer. Al final del camino de la vida generalmente las mujeres viven más años. Esa es una realidad social, constante y estadística que tiene varias causas. Aalgunas son biológicas y otras se refieren a cuestiones culturales relacionadas con los valores y el rol social asignado al género masculino que desemboca en conductas, hábitos o estilos de vida más riesgosos, violentos y hasta mortales.
Los hombres son más consumidores de tabaco, alcohol y drogas que las mujeres; acuden menos a consultas médicas (el examen de exploración de próstata es una afrenta), usan menos protección, tienen más tendencias suicidas, se ahogan más, son más violentos, más agresivos e impulsivos.
Según la socióloga francesa Elizabeth Badinter dentro de la cultura del machismo (como la nuestra), hacerse varón implica pasar por una serie de rituales y pruebas de gran peligro en la búsqueda de una “certificación” social de potencia masculina. Esas pruebas y rituales en muchas ocasiones se manifiestan en formas inusitadas de violencia extrema, ocasionando homicidios intencionales y desapariciones de personas.
Mientras la lucha de las mujeres va construyendo consensos contra el machismo y combatiendo la violencia hacia ellas, del otro lado de la moneda nos estamos exterminando los unos a los otros, sin que nadie haga algo, “normalizando” la cada vez más alta cifra de homicidios y desapariciones de varones y promoviendo algunos sectores oficialistas el falaz discurso de que se están matando y despareciendo entre “los malos”.
Así como un grupo de mujeres luchadoras sociales ha puesto sobre la mesa la agenda del “feminismo”, también los hombres – sin demeritar la lucha de las mujeres- debemos luchar por visibilizar la violencia del varón contra el varón como la otra cara del machismo y tratar de construir otra visión de género en la que prevalezca el respeto por la dignidad, la integridad y la vida de nuestros semejantes.
Mención y análisis aparte, merece la violencia que sufren quienes pertenecen a la diversidad sexual, tema que abordaremos en futuras colaboraciones.