LOS MAÑANEROS, DE LO SANO A LO NOCIVO
POR HÉCTOR MANUEL RAMOS PECIADO
Dícese en la picardía mexicana que “el mañanero” es la cópula matutina, esa que antaño solo se reconocía públicamente para personas heterosexuales, pero que existía en otras dimensiones del amor que ahora ante el avance de los derechos humanos y la apertura social a sectores históricamente vulnerados son reconocidas como expresiones de la diversidad sexual (LGBTTTIQ).
Como “El Mañanero” también se le conoce al popular programa de radio transmitido de lunes a viernes de 7 a 9 de la mañana por el personaje “Brozo” creado por Víctor Trujillo y que es alguien más que un payaso. Dicho programa ha pasado por la radio y/o televisión desde hace más de 25 años (con algunas interrupciones). Da noticias y emite opiniones, sobre todo de política y sociedad, con un sentido que va de lo pícaro a lo alburero, pues hasta en el nombre lleva el doble sentido.
Ahora bien, “el mañanero (a)” en plural son “las mañaneras”. Coincidentemente así se les conoce a las populares conferencias de prensa matutinas (a partir de las 7 a.m.) con las que el presidente López Obrador marca la agenda política del país, desde que tomó posesión de la más alta investidura nacional. En un principio “las mañaneras” le funcionaban como cuando gobernó la Ciudad de México, pero ahora parece que el barco hace agua.
Se sabe por la sabiduría popular y por recomendación médica que no se debe abusar del “mañanero”, sobre todo si tiene uno bastantes kilómetros recorridos, pues se corre el riesgo de morir en el intento; de ahí que sabiamente Brozo haya descansado a su personaje algunos lapsos de su nada ortodoxa carrera periodística.
Las “mañaneras” del presidente AMLO en un principio parecían un tino, apenas tocaba un tema polémico y de inmediato detonaba en las redes sociales y en el Congreso, pero ahora; la estrategia comunicacional parece seguir la lógica de los otros “mañaneros”: el abuso puede causar daños en la salud.
El exceso de horas y palabras dedicadas a “las mañaneras” son ya un tema de preocupación nacional. Para algunos es una especie de pretendido adoctrinamiento, para otros está polarizando al país dividiéndolo entrechairos y fifís, para otros más es una forma de eludir la responsabilidad de rendir cuentas con datos claros, precisos y verificables, para no pocos es una pérdida del valioso tiempo que debe emplear el Presidente para gobernar y dar resultados en lugar de tratar temas triviales (el me canso ganso, lo que diga el dedito, Juan Gabriel, etc.) y para sus seguidores – por supuesto – es una auténtica libertad de expresión que antes ningún presidente había concedido (conversar e informar diario con los periodistas).
Sea como fuere, o como dijo el otro, haiga sido como haiga sido; las “mañaneras” empiezan a tomar un cauce inesperado que hace pensar que a mediano plazo tendrá que replantear el presidente AMLO su estrategia de comunicación. Es indudable que el que habla mucho, mucho se equivoca, lo que está siendo capitalizado por sus opositores para reforzar la idea del les dije AMLO sigue siendo una amenaza para México. Además, la sobreexposición pone en riesgo al presidente de ser exhibido por algún otro periodista “vivillo” que lo agarre en curva con un tema del que tenga datos duros y este mejor informado.
Si realmente el presidente reconoce al pueblo como sabio, debería atender la frase alburera, por cierto, pero llena de sabiduría popular “una vez al año es de ermitaño, una vez al mes es de marqués, una vez a la semana es cosa sana, y una vez al día es porquería”. Dicho de otra manera: Todo abuso puede causar daños en la salud física y/o política.
Sería más provechoso y sensato que el presidente empelara su tiempo en gobernar y dar resultados que en informar, polemizar, polarizar y dar pretextos. Una “mañanera” a la semana, sería cosa sana, al fin y al cabo, para eso cuenta con un vocero oficial y un gran apartado de comunicación social.