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LA IDIOSINCRACIA MEXICANA

¡DE PENA AJENA!

Por: Víctor M. De La Cruz R.

El caso del actor mexicano Pablo Lyle, reveló fielmente lo peor de nuestra idiosincrasia nacional, esa forma de ser y de actuar que tanto daño le hace a la imagen de los mexicanos, educados, honestos, trabajadores y decentes de nuestro país.

Esta lamentable noticia mostró el perverso hábito que tienen algunos connacionales de violar constantemente los reglamentos de vialidad, como si el derecho de los otros conductores no importara.

También exhibió que cuando alguien se atreve a reclamar esos actos irresponsables de conducir, en lugar de aceptar la infracción y disculparse, algunos transgresores de la ley reaccionan con un enfurecimiento descomunal.

Y es que no son pocos los casos en que los infractores golpean con crueldad a las personas más vulnerables de la población (mujeres, adolescentes o ancianos) a la menor provocación por incidentes de tránsito.

La insensibilidad se amplifica cuando después de agredir a otro conductor, huyen del lugar del suceso, aun sabiendo que la persona agredida yace con lesiones graves que ponen en peligro su integridad corporal o hasta su vida.

El evento en el que participo el actor mexicano no es un hecho aislado, es una forma de actuar habitual de varios mexicanos irresponsables, agresivos e insensibles.

Por si fuera poco, Lyle también mintió sobre la forma como ocurrió lo sucedido, intentando cobardemente evadir su responsabilidad, al declarar ante las autoridades estadounidenses que había actuado en defensa propia porque temía por la integridad de su hijo de seis años, cuando en un video grabado por las cámaras de la estación de servicio Marathon, se observa claramente como golpea arteramente al cubano de 63 años, sin ninguna amenaza o riesgo de ser afectado por su víctima.

Por el contrario fue el chofer del auto en donde viajaba Pablo y él mismo, quienes pusieron en peligro la vida del menor, ya que al bajarse de la unidad para agredir al ahora fallecido, abandonaron el auto que avanzo peligrosamente sin conductor, con el riesgo de provocar un accidente donde pudiera ser afectado el pequeño y otras personas que transitaban por el lugar.

Penosamente en el video quedo grabado que para ambos era más importante agredir a la persona que les reclamo su forma de conducir, que la seguridad del infante.

Es triste ver cómo los individuos carecemos de capacidad para aprender de lo que les sucede a otras personas, porque de ser así, seguramente no se repetirían estos casos tan conmovedores como lamentables. Es ¡De Pena Ajena!

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