Héctor Manuel Ramos Preciado##
En estos días vemos las dos caras de la misma moneda.
Una: La Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ) acaba de emitir el pasado 5 de abril la recomendación 3/19 al titular de Fiscalía del Estado por la violación de los derechos humanos a la vida, a la integridad física y psíquica, a la libertad y a la seguridad personales, a la dignidad, a una vida libre de violencia y a ser libre de toda forma de discriminación; así como a la legalidad y seguridad jurídica, en relación con los derechos de las víctimas de delitos y de violaciones de los derechos humanos en agravio de una jovencita víctima de feminicidio acontecido en Tlajomulco de Zuñiga el 10 de marzo de 2017; justo a nueve días de haber dado a luz a su segundo hijo y a pesar de que diez días antes había denunciado a su agresor ante la Fiscalía.
La otra cara: Sacude al país la noticia del suicidio del músico y escritor Armando Vega-Gil, integrante del grupo musical Botellita de Jerez, luego de que ser acusado anónimamente en Twitter a través del movimiento #MeTooMusicosMexicanos de cometer un presunto abuso sexual hace 14 años, en agravio de una adolescente de 13 años de edad.
Dramático por demás el mensaje póstumo del artista antes de su fatal decisión, negando categóricamente los hechos y manifestando que la falsa acusación lo hará perder sus trabajos, pues están basados en su credibilidad pública y reconociendo el problema real que representa la violencia contra las mujeres, anuncia su suicidio como una decisión voluntaria, consciente, libre y personal.
Ha sido tan impactante y conmovedor el suicido del artista y las reacciones de personajes del medio artístico que el movimiento #MeTooMusicosMexicanos anunció la llegada de su fin.
Hasta el momento la famosa acusadora anónima no ha dado la cara, talvez por temor a padecer un linchamiento generalizado, talvez por no abonar a la polarización del tema, talvez porque sea falso su dicho o porque sea cierto, pero no crea en la justicia. Sea cual fuere la razón, la sociedad tiene derecho a saber la verdad ya sea para limpiar el nombre del artista o para demostrar que una persona que decide suicidarse generalmente lo hace empujado por factores controlables con tratamiento médico como: trastorno bipolar, trastorno límite de la personalidad, depresión, consumo de drogas o alcohol, trastorno de estrés postraumático, esquizofrenia, abuso sexual, físico y emocional, altos niveles de estrés etc.
Flota en el ambiente el amargo sabor de boca sobre el tema y queda la impresión de que el artista pudo haber optado por mejores salidas al problema, como el de iniciar un movimiento para combatir las calumnias en redes sociales y de paso limpiar su nombre.
Lo que es inobjetable es que la aparición de estos estos movimientos en redes sociales (y de las denuncias anónimas) obedece al miedo, a la poca protección y a la escasa justicia con que cuentan las mujeres en nuestro país, lo que se confirma con la recomendación 3/19 emitida por la CEDHJ.
La trágica muerte de Armando Vega Gil debe sacudirnos de la modorra y servirnos para entender de una buena vez que el tema de la violencia contra las mujeres es un problema social ancestral y profundamente arraigado que no va a disminuir con discursos, con la promulgación de nuevas leyes y la creación de nuevas instituciones. Se requieren acciones concretas y verdaderas que posibiliten realmente a las mujeres una vida libre de violencia y entender que esta una lucha no es solo de las mujeres, sino también de los hombres. Es necesaria la participación activa de todos y todas en la construcción de la igualdad de género, no hacerlo equivale a pensar que es posible la existencia de un hombre sin una mujer y viceversa.
