Este domingo 24 de febrero se llevará a cabo la ceremonia de entrega de los premios “Oscar” edición 2019 en el Dolby Theatre, de Los Ángeles, California. Los premios son otorgados desde hace 90 años por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas y son considerados como el máximo honor a la cinematografía mundial.
En esta edición la película mexicana “Roma”, conjuntamente con la película británica “The Favourite”, serán las favoritas de la noche con 10 postulaciones en diferentes categorías.
No siempre me inclino por ver el cine que premia Hollywood y cuando lo hago generalmente es para ver las películas extranjeras nominadas (verdadero cine arte). En esta ocasión, botana en mano y con la mejor de las compañías me dispuse a verla. Desde las primeras tomas me di cuenta que estaba ante un parte-aguas de la cinematografía mexicana contemporánea, una propuesta diferente, original y sobre todo arriesgada. Me vino a la mente la época dorada del cine mexicano (en blanco y negro) evocando al indio Fernandez con la estupenda fotografía der Gabriel Figueroa o a los olvidados de Luis Buñuel. Con el avance de la cinta descubrí una profunda verdad en sus personajes, en los lugares, en los objetos, en los sonidos y la música, en las costumbres y tradiciones. Una verdad que a quienes rondamos en los 50 y/o más abriles nos tocó vivir, palpar y gozar, una verdad que marca la identidad mexicana, una verdad que los jóvenes de hoy no alcancen a ver.
Probablemente la cinta de Alfonso Cuarón no resulte la gran triunfadora, principalmente porque tiene episodios solo reconocibles para los mexicanos o los muy conocedores de la historia y la cultura mexicana; pero gane los premios que gane se quedará para la posteridad como una verdadera joya del cine nacional mexicano por varias razones. Una de ellas – aunque le pese al actor Sergio Goyri – será la de haber arriesgado el Director en darle el papel de primera actriz a Yalitza Aparicio (de sangre mixteca) y la de incorporar a la cinta diálogos en lengua mixteca; revindicando con ello el gran adeudo que la mayoría de los latinoamericanos (y los mexicanos por supuesto) tenemos con los pueblos originarios de este nuestros países.
Otra buena razón es la de visibilizar y revalorar el trabajo doméstico, que data desde la época colonial y que lejos de extinguirse, sigue siendo una realidad no solo en México, sino en toda América Latina, donde infinidad de niños de clase media y alta son criados por mujeres mayormente de origen indígena, mujeres a quienes sus “patrones” suelen llevarlas de una ciudad a otra, privándoles de múltiples derechos laborales como seguridad social, educación, jornadas laborales de no más de 48 horas, vacaciones pagadas y lo más cruel, a veces impidiéndoles formar sus propias familias o tener sus propias amistades. Roma, con asombrosa sencillez desnuda la trama del trabajo doméstico y como – en algunos casos – los lazo que crean las trabajadoras con los niños, las lleva a ser amadas, incluso más que a la propia madre.
En el cine, como en cualquiera de las otras bellas artes, los gustos pueden variar, tal vez por ello, principalmente los jóvenes de hoy no alcancen a valorar ni a entender la cinta Roma, pero es innegable que se trata de una verdadera joya que toca lo profundo de nuestras yagas y que debe por lo menos servir para concientizarnos de que los tantos miles de empleadas domésticas tienen derecho a recibir los mismos beneficios laborales que cualquier otro trabajador. Ojalá la Cuarta Transformación se acuerde de ellas.