Causa animadversión casi generalizada la propuesta que hiciera en campaña el hoy presiente AMLO de dar amnistía a quienes delinquieron antes de su sexenio, sean del crimen organizado, de la delincuencia de cuello blanco o la mafia del poder, como él le llamaba.
La animadversión proviene de que la mayoría de la población y que fue la que votó por él, tiene una ancestral sed de justicia en contra de quienes sexenio tras sexenio han desangrado y despedazado nuestro maltrecho país.
No cabe en ninguna cabeza sensata que se quiera mandar un mensaje de cambio transitando por camino de la impunidad de siempre, pues está comprobado por las modernas teorías criminológicas que la impunidad es uno de los principales factores que favorecen y alientan la comisión de nuevos delitos. Es imposible combatir los delitos sin atacar eficazmente a la impunidad
Hasta hoy queda la sensación de que la impunidad de que han gozado los grandes saqueadores (cuya lista sería interminable), seguirá alentando a otros muchos a seguir la misma ruta, pues el final siempre es el mismo: como no hay persecución implacable ni castigos ejemplares, me la juego robando a manos llenas el erario público, para asegurar mi futuro y el de varias generaciones que me precedan.
Así como el presidente AMLO ha matizado, cambiado e incluso negado algunas de sus promesas de campaña, bien valdría la pena que replanteara lo de la amnistía. Si el combate al saqueo de PEMEX ha sido bien visto por la mayoría de la población, la persecución de las tantas gavillas de ladrones que tienen al país en crisis, le traería aún mejores niveles de aceptación e incluso el reconocimiento de sus críticos sistemáticos.
Bien podría AMLO solo dar amnistía a aquellos miembros de crimen organizado, políticos y empresarios delincuentes de cuello blanco que dejen sus actividades ilícitas, siempre y cuando re inviertan al menos el 70% de sus fortunas mal habidas en la creación de nuevas fuentes de trabajo dentro del país (empresas, industrias, franquicias etc). Lo anterior traería como consecuencia que ese dinero manchado y que se calcula en más o menos el 10 por ciento del PIB nacional, no se vaya a otros países o a paraísos fiscales, sino más bien que reactive la economía del país de origen, México.
Esta medida indudablemente sentaría bases para una economía más sana y actuaría como un factor preventivo de delitos a mediano y largo plazo.
Ahí está pues, una fuente de riqueza mal habida, mal distribuida y que ni siquiera paga impuestos que con una buena propuesta mejoraría las condiciones del país.
La contrapropuesta sería que quienes no se acojan a ese beneficio, se les deje caer todo el peso de la ley, ¡por que no merecen otra cosa!
Si se llega a concretar acciones como estas, el presidente AMLO cumpliría su anhelo de pasar a la historia como uno de los mejores 5 expresidentes de México.
Tengo grandes dudas sobre el cambio, pero a la vez tengo la esperanza de que este país debe y necesita cambiar; por ello debo alentar a la esperanza.