A 200 años de su nacimiento, la importancia del legado del filósofo alemán Karl Marx suele discutirse. Muchos ven sus ideas como obsoletas, producto de una mala interpretación de su teoría y de las atrocidades cometidas por regímenes que se autodenominaron marxistas.
Entre 1949 y 1989, casi el cuarenta por ciento de la población mundial vivía bajo gobiernos que se decían marxistas, es decir seguidores de la doctrina de Karl Marx. Así mismo, la ideología de los partidos políticos denominados de izquierda de muchos otros países, era guiada por los postulados de Marx, mientras que los políticos denominados de derecha quemaban sus neuronas en contrarrestarlo.
Sin embargo la influencia de Marx se desplomó estrepitosamente luego de la caída en 1989 del comunismo en la desaparecida Unión Soviética (URSS) y en la mayoría de sus satélites.
El 5 de mayo de 1818 se cumplió el bicentenario del nacimiento de Marx y a pesar de la venida a menos de los gobiernos socialistas o comunistas, resultaría temerario afirmar que las predicciones de Marx han sido desmentidas, que sus teorías están desacreditadas o que sus ideas son vuelto obsoletas.
Según Peter Singer en su reciente obra “Brevísima introducción a Marx” La razón principal de la caída del comunismo fue que, en la forma en que se le practicó en el bloque soviético y en la China de Mao, no pudo proveer a la gente un nivel de vida comparable al de la mayoría de las personas en los países capitalistas. Estos fracasos no se deben a defectos en la concepción del comunismo según Marx, sino más bien en una concepción errada que tuvo Marx de la naturaleza humana.
Marx pensaba que el ser humano no tiene una naturaleza inherente o biológica. Según escribió en las Tesis sobre Feuerbach, la esencia humana es “el conjunto de las relaciones sociales”; de modo que si se modifican las relaciones sociales (por ejemplo, cambiando la base económica de la sociedad y aboliendo la relación entre el capitalista y el trabajador) las personas de la nueva sociedad serán muy diferentes a cómo eran bajo el capitalismo.
Con la Unión Soviética quedó demostrado que la abolición de la propiedad privada de los medios de producción no cambia la naturaleza humana. La mayoría de los seres humanos, en vez de consagrarse al bien común, seguirán buscando poder, privilegios y lujos para sí mismos y para sus allegados.
Irónicamente, la prueba más clara de que las fuentes de la riqueza privada manan más abundantemente que las de la riqueza colectiva puede verse en la historia de China: el único país importante que todavía se proclama seguidor del marxismo. Bajo Mao, la mayoría de los chinos vivían en la pobreza. La economía de China comenzó a crecer rápidamente después de 1978, cuando el sucesor de Mao, Deng Xiaoping fomentó la creación de empresas privadas. Con el tiempo, las reformas de Deng sacaron de la extrema pobreza a 800 millones de personas, pero también crearon una de las sociedades con más desigualdad de ingresos en el mundo. Hoy resulta imposible afirmar que la economía de China sea socialista, mucho menos marxista.
Si el pensamiento de Marx ya no es significativo para China (la segunda potencia económica del mundo), podíamos entonces suponer que la economía política de Marx se ha vuelto obsoleta o inoperante. Sin embargo, la influencia de Marx continua vigente. Su teoría materialista de la historia, en forma atenuada, se ha vuelto parte de nuestra comprensión de las fuerzas que determinan el rumbo de la sociedad humana.
La enseñanza más importante de la visión marxista de la historia es que la evolución de las ideas, las religiones y las instituciones políticas no es independiente de las herramientas que usamos para la satisfacción de nuestras necesidades, ni de las estructuras económicas que organizamos en torno de esas herramientas ni de los intereses financieros así creados y en ese sentido. ¡hoy todos encajamos en esa visión marxista!