POR PILAR PORTOCARRERO
Creo que soy de las pocas personas que aún no se acostumbra a esta época que muchos llaman “ligera”, en donde se aplica la ley de lo más fácil a lo que siempre ha sido tradicional, y en donde la tecnología juega un papel muy importante.
Por ejemplo, hay muchos que ya no van a los bancos, hacen transferencias y pagan sus cuentas desde su celular.
El consumismo también ha entrado a batallar en esto juego, al comprar botellas de agua y echarlas al bote de basura, sin pensar en lavarla y llenarla con agua hervida.
El lenguaje light, que se caracteriza por el uso de muletillas como “agarró y me dijo” y de palabras que acortamos como porfis y Gym, refiriéndose al gimnasio.
Hay muchos que están optando por el uso de mascotas robot, a las que prenden cuando llegan a casa para no sentir que están solos, pero que prefieren usarlo porque les quita la responsabilidad de preocuparse por la comida o de sacarlos a pasear.
Y en cuanto a las relaciones personales, hay una nueva tendencia a no complicarse averiguando el motivo de por qué algún amigo actúa de alguna forma que no nos gusta. Simplemente le das la espalda y sigues con tu vida. No tienes tiempo para salvar una amistad y meterte en un rollo que puede fastidiarte.
El amor tampoco se salva de esta época en donde hay un serio problema de comunicación, y en donde se ha perdido la costumbre de hablar mirándonos a los ojos. Es más fácil usar un mensaje que decirlo frente a frente, y si hay muchos problemas que pase el siguiente, alguien encontrarás que calce contigo y se adecúe a tu vida ligera y con prisas.
Esta época ligth puede tener ciertas ventajas para aprender a sobrellevar el estrés, y facilitarte algunos trámites administrativos, pero es un suicidio para las relaciones personales, en donde siempre se debe trabajar con detalles, una buena conversación, y el tiempo suficiente para limar asperezas y sacar a flote el amor.
Pilar