POR PILAR PORTOCARRERO
Creo que desde siempre nos movemos en medio de un fuego cruzado de ideas y pensamientos que a alguien se le ocurrió, y que hicimos nuestros de tanto escucharlos, principalmente en relación al amor y cómo debemos comportarnos.
Dicen que los hombres son cazadores por naturaleza, y por eso se les incentivaba a ir por su presa. Elegir a la chica que le gustaba como un buen macho alfa, que mira en una vidriera a la que más se acomode a sus expectativas del momento.
Y a las mujeres nos enseñaron a esperar de brazos cruzados a que nos elijan, nos saquen a bailar o nos inviten a cenar. Cualquier comportamiento contrario a esto siempre ha sido criticado y decorado con algún adjetivo calificativo que a nadie le gustaba llevar.
“Hay que tener orgullo”, decían las abuelas, y algunas madres que olvidan que se viven tiempos nuevos, en donde el orgullo tiene un significado más amplio, y fuera de este contexto.
Ahora la mujer está empoderada, y los hombres con suficiente confianza en sí mismos, lo entienden muy bien. Lo aceptan y disfrutan con este cambio.
Las chicas bailan entre mujeres en la discoteca, y no se sientan, como decían en los ochenta, “a planchar el vestido”. Son empresarias de éxito con igual poder adquisitivo que los hombres, y la seguridad de que si invitan a cenar a uno de ellos, él no las mirará de costado pensando que está loca.
Hay muchas mujeres que declaran su amor y no se andan por las ramas pensando en esa dignidad mal llamada que solo te ata, cuando puedes expresar tus sentimientos con libertad.
Creo que el hombre y la mujer no solo tienen las mismas facultades y derechos, en el campo del amor tampoco hay ninguna diferencia, igual nos lanzamos con la posibilidad de salir ganando, o de estrellarnos en una piscina sin agua.
Pilar
“Soñar es solo el principio”