PILAR PORTOCARRERO
Conozco a mucha gente que vive lamentándose de su vida, buscando siempre un motivo para quejarse y despotricar del primero que se le cruza por el camino. Sin más plan que vivir el día como venga.
Cada quién encuentra la mejor manera de hacer más llevadero este viaje, pero hay veces que me rebelo y me da mucho coraje cuando todos aquellos que tenemos sueños y muchas ganas de sacarle el jugo a la vida, tenemos que luchar más fuerte para vencer algunas desventajas que nos impide fluir como quisiéramos.
Mis días están llenos de pendientes, de anotaciones que apunto en un cuaderno, de ilusiones que hacen latir con más fuerza a mi corazón. De fantasías que a veces no me dejan dormir porque en medio de la noche trato de hallar la manera de hacerlas realidad.
No tengo tiempo de reparar en la gente con mala vibra que a veces se ríe de mí, tampoco de escuchar comentarios que solo buscan meterme miedo.
He aprendido que nada está dicho, que el destino no está escrito en la palma de una mano, y que tampoco lo puedes ver a través de las cartas.
Mi destino lo voy forjando a punta de creatividad, de ver la manera cómo voy haciendo que las cosas sucedan.
A veces tengo días malos, y lloro mucho, pero siempre me lavo la cara y sigo adelante.
A veces me siento tan feliz que parezco un cascabel y molesto todo el tiempo a Pin Pon.
Pero nunca dejo de creer en mí, y en lo que quiero lograr.
Necesito escribir para vivir, y necesito crear para ser feliz.
La vida es una caja de Pandora que siempre nos sorprende, y a mi me gusta retarla y no darme por vencida.
No tengo tiempo para quejarme, ni buscar excusar para “no hacer”, mis días están plenos que no hay un espacio para la desolación y los malos pensamientos.
Mi agenda está recargada que hasta la muerte tendrá que esperar, porque ni para eso hay un lugar.
“Soñar es solo el principio”