PARTE II, FINAL
La empresa brasileña Odebrecht será recordada en la historia por haber evidenciado patrones sistemáticos de corrupción en América Latina, algo que ya se sabía pero que era difícil de probar. Odebrecht como muchas otras empresas transnacionales destinó parte de su presupuesto para corromper gobiernos latinoamericanos a través de la creación empresas fantasmas a las que les trianguló recursos por 439 millones de dólares, que fueron a parar a las manos de funcionarios y políticos corruptos de 10 países latinoamericanos, entre ellos México.
La empresa para evitar procesos judiciales en Estados Unidos de Norteamérica (EUN) ha aceptado pagar a ese país 3.500 millones de dólares de multa por haber infringido la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero; luego de ser acusada de entregar 439 millones de dólares a políticos y funcionarios públicos latinoamericanos para garantizarse la adjudicación de obras públicas.
En todos los países corrompidos el “modus operandi” fue el mismo: Odebrecht creó una sofisticada red de empresas fantasma (offshores) para pagar los sobornos. Utilizó diferentes estrategias de blanqueo de dinero para dificultar el rastreo de las transacciones destinadas a corromper. La empresa contaba ocultamente con un “sector de sobornos” y una contabilidad paralela que con la supervisión y aprobación de su presidente Marcelo Odebrecht garantizaba los fondos que corrompían a políticos y funcionarios públicos de los países implicados. Er tal su poder, que en la isla colombiana de Antigua compró el banco Meinl Bank para triangular los destinados a sobornar.
Acorralados por la Justicia brasileña que en marzo de 2016 condenó a su presidente Marcelo Odebrecht a 19 años y cuatro meses de prisión (por sobornos a funcionarios Petrobras). Este y 77 empleados de alto rango de su empresa, negociaron con la justicia brasileña información a cambio de reducir sus condenas. Esa información tiene en un hilo a grandes personajes políticos pasados y presentes de Latinoamérica que van desde presidentes actuales, ex presidentes, legisladores y dirigentes políticos.
El final de la historia de Odebretch tiene dos caminos: Uno que sacudiría a la clase política de por lo menos 10 países de América derribando gobiernos y/o grupos políticos u otro que terminaría con el tiempo apagando el escándalo con negociaciones en lo oscurito de muy alto nivel que solo harían cambiar de bando las millonadas de dólares implicados en el escándalo y donde los EUN en su papel de policía mundial – como siempre – se llevaría la mayor tajada económica, legalizando de facto el dinero sucio.
Si esto último llegará a acontecer, solo se confirmaría la hipótesis de que el imperio Yanqui siempre capitaliza política y económicamente en su beneficio la corrupción en Latinoamérica, muchas veces impulsada desde su territorio ¡eso sí! Con sus respectivos golpes de pecho.
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