ANTONIO VALLADARES
En esta época de avances tecnológicos, globalización y descubrimientos científicos, es una pena que sigamos entrampados en el discurso de siempre cuando se trata del amor hacia una persona de tu mismo sexo.
Entonces salta la intolerancia de gente que se llena la boca hablando de igualdad, libertad y derechos cuando con sus actitudes, críticas, y repitiendo la frase: “Dios nos hizo hombre y mujer”, pretenden cercenar el derecho de personas valientes que se atreven a decir abiertamente su opción sexual.
Yo he sido educada dentro de un mundo cuadrado donde debía de aceptar las normas establecidas por todos y por nadie. En donde la opinión de la mujer no importaba, se tenía que obedecer y punto. Hasta que la vida me fue enseñando que había un mundo que debía explorar, y en la medida que lo fui haciendo, salté de decepción en decepción en relación a todo lo que habían puesto en mi “chip” desde que era niña.
Entonces comencé a escribir mis propias reglas teniendo como punto de partida “No hagas a otro lo que no quieres que hagan contigo”, y empecé a cuestionar todas las enseñanzas qué a mi parecer, te encierran en un callejón sin salida. O piensas como la mayoría o te miran raro. O sigues los dogmas de la iglesia o si no eres un hereje.
Fui bautizada dentro de la iglesia católica, pero por razones personales, decidí alejarme y poner mi atención en Dios porque creo que hay un Ser superior que es mi Padre, y en la Virgen porque la veo como a mi madre protectora.
No creo que Dios dentro de su infinito amor sea capaz de cerrar sus brazos a los homosexuales, lesbianas o travestis porque no forman parte del modelo a seguir. Y si creo que quienes atacan la libertad de estas personas son seres miedosos e inseguros que no son capaces de enfrentar sus propios demonios y falsedades que ocultan bajo una fachada de honorabilidad.
El amor es amor, y no tiene fronteras, tampoco esquiva el género, solo se da entre dos personas dispuestas a seguir los mandatos de su corazón.
Pilar
“Soñar es solo el principio”