POR PILAR PORTOCARRERO
Para los científicos el amor no es otra cosa que una descarga de sustancias bioquímicas que se producen en el hipotálamo.
No creen en cupido ni en su flecha mágica que nos golpea directamente al corazón, y nos hace ver la vida de color rosa. Para ellos lo único que ocurre es que la parte del cerebro que procesa las emociones se activa y envía descargas de epinefrina y neuroepinefrina por todo el torrente sanguíneo, logrando que el corazón lata hasta tres veces más rápido de lo normal. Luego el flujo sanguíneo se desvía al estómago y creemos sentir mariposas. Una explicación que mata nuestra forma romántica de sentirnos frente a la persona que nos impacta desde el primer momento.
No es que de pronto apareció tu príncipe azul, sino que te encontraste con la persona que logró que las cuatro partes de tu cerebro liberaran una hormona conocida como la dopamina que te convierte en alguien más feliz, capaz de ser algo cursi y generoso.
Y según los científicos, la pasión que te puede volver loca no es producto de un beso, sino de la oxitocina, y las parejas que son fieles solo se debe a la hormona de la vasopresina, pero cuidado… solo dura cuatro años.
Tal vez sea cierta las explicaciones de los científicos, pero a mí me gusta pensar que el amor no tiene explicación. Simplemente se da en el momento menos pensado alimentando tu ilusión. Te atrapa en su fuego hasta volverte loca. Escuchas canciones de amor, escribes poemas y lees novelas románticas porque te nutren de fantasías, las que a veces necesitamos para sentir que la vida puede ser más bella, o quizá porque a través de los sueños encontramos otra forma de sentir, y de creer que también podemos tocar la luna.
“Soñar es solo el principio”