Me gusta saber que en el mundo hay más gente buena que mala, que la generosidad supera al egoísmo, quizá por eso no me frustro ni termino diciendo que este mundo es una porquería cada vez que se me cruza gente mala y sin corazón. Gente despreciable que usa buena ropa y se jacta de tener educación, que maquilla su rostro para su entorno y no es más que un verdugo que usa las palabras como látigo para ofender y humillar, y causar un grave daño emocional a quien tiene en la mira.
Gente despreciable que corre con suerte porque nadie se atreve a denunciarlo porque puede más el miedo que defender nuestra dignidad, porque puede más los miles de pretextos que ponerle un límite a tanto cobarde que se llama “Hombre”, y que no es más que gente enferma que disfraza su seguridad con gritos y prepotencias, para esconder sus miserias de las que son muy conscientes.
Hoy la vida se me ha vuelto a detener, y estoy como adormecida frente a una injusticia de la que soy una observadora con las manos atadas, entristecida de ver cómo alguien se traga sus lágrimas para no derrumbarse. Siento su miedo y no puedo más que rezar por ella porque desde mi posición nada puedo hacer.
A las finales todo pasa, y los malos ratos nos hacen más fuertes y nos nutren, y estos momentos solo sirven para volver a exponer a estos sujetos con pintas de macho, que se aprovechan de gente a quien deberían proteger.
Tiempo al tiempo… Dios siempre se encarga de poner todas las cosas en su lugar y de darle a estos sujetos el castigo que merecen. De eso no tengo la menor duda.
Pilar
“Soñar es solo el principio”
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