Somos libres de pensamiento, palabra y acción, pero hasta donde podemos seguir en aras de nuestra libertad.
En mi país hay un programa de mucho rating donde, por dinero, una actriz o persona mediática, cuenta su vida involucrando a gente con la que en algún momento alternó, convivió o tuvo alguna relación especial.
Todos dicen tener motivos para sentarse en “el sillón rojo”, y hablan de que les sirve de catarsis, que es una forma de protegerse o porque están hartos de que se inventen cosas, entonces prefieren ser ellos los que saquen los trapitos sucios y más… si al hacerlo obtienen dinero como recompensa.
Y así empieza la ruleta de nunca acabar porque los programas de espectáculos, desprovistos de creatividad, se alimentan de las “bombas” que sueltan los invitados, quienes no tienen reparos en mostrar audios, wasaps, fotos y todo material con el propósito de contar “su verdad”.
He visto a mujeres que han contado haber sido maltratadas, pero me pregunto, ¿no basta denunciar al tipo que te ha hecho la vida a cuadritos? ¿Hay necesidad de tanto circo para decirle a todo el país lo que tuviste que aguantar?, pero ser el centro de atención es un plus porque estás en los titulares de todos los periódicos faranduleros, y eso en otra tentación.
Y los machos no están ausentes de este programa, ya que revelan las noches apasionadas que han disfrutado con muchas artistas, detallando situaciones y enseñando Watsaap íntimos que en algún momento les escribieron pensando que quedaría entre los dos.
Siento asco de toda esta porquería, y ver que en ese mundo del espectáculo donde los titulares pueden generar contratos lucrativos, hay una ausencia total de valores y de respeto.
Somos libres, sí… pero no hay que olvidar que nuestra libertad termina donde empieza la libertad del otro.
Pilar
“Soñar es solo el principio”