520320829-1EL NIÑO FELIZ!

En estos tiempos de alta y vertiginosa competitividad, muchos padres de familia de alumnos de nivel primaria se fijan como meta obsesiva que sus hijos sean los mejores alumnos del salón de clases, dejando de lado lo más importante: la formación del niño.

En un salón de una escuela primaria (pública o privada) hay un promedio de 30 niños por salón y sólo uno de ellos puede llegar a ser el mejor de su clase. Si hay mucha competencia, tal vez 5 de los alumnos de ese salón pelearan por el primer lugar, lo que no significa que los otros, la enorme mayoría serán mediocres o fracasados; por el contrario, serán niños más felices pues vivirán su etapa como lo que son: niños

Las escuelas públicas y colegios particulares son espacios de formación que incluyen la disciplina académica, pero un niño que no es dado a las ciencias exactas; no sólo se aburrirá en la clase, sino que no puede ser medido por las calificaciones en esa materia, pues tiene habilidades que le permitirán destacar en otras materias.

Pese a esto, existen padres y madres que dedican horas de sus vidas a lograr obsesivamente que sus hijos sean los mejores de la clase y no lo hacen pensando precisamente en el bienestar del niño, sino más bien, lo hacen por la necesidad de ver a sus hijos ganar (lo que ellos no lo lograron en su tiempo); por competir contra otras mamás; por poner estos “triunfos” en Facebook, por mantener alguna beca etc. En esa obsesión, los padres no se dan cuenta que llenan de presión a ese niño (su hijo), que lo que más necesita en esa época de su vida es simplemente ser feliz y no convertirse en una máquina de triunfo académico.

Si un niño decide ser el mejor del curso, que lo sea, pero que sea una decisión del niño y no de los papás.

El niño debe cumplir con sus deberes de la escuela o colegio, hacer las tareas, estudiar para los exámenes, hacer sus presentaciones y experimentos, disfrutándolo y esforzándose para que todo salga bien, e incluso “perfecto”, según sus propias condiciones. Mas no es bueno confundir excelencia académica con competencia académica, porque el proceso educativo no es competitivo sino formativo: no importa si su hijo es el mejor del curso, sino si su hijo sabe lo que tiene que saber.

Piense por un momento cómo fue su vida de niño en la escuela. Recordará cómo jugaba algún deporte, a sus amigos, a los profesores que le parecieron admirables, el amor que tuvo, la tarea que hizo con tanta pasión y seguramente se acordará del personal de la escuela, como los de la cafetería, la tienda y el aseo, pero poco se acuerda de como era de pesado estudiar, pese a que recuerda bien si le fue bien o no, y en qué materias era bueno, porque esa le gustaba. El colegio es un espacio de estudio y formación, no sólo de estudio.

Es muy respetable ver padres que motivan a sus hijos a ser los mejores de su clase, que saben motivar a sus hijos que para sean buenos en las cosas que les gustan, y que cumplan con sus deberes en esas cosas que no los motivan; pero no es bueno que algunos padres exijan y presionen a diario a sus hijos para que sean el número uno de su clase. Eso genera niños infelices con trastornos que impiden su desarrollo integral.

Hay que vigilar que el niño cumpla con sus tareas y su conducta en la escuela, sin importar el lugar que ocupe en su clase. Simplemente hay que dejarlo ser niño y por añadidura será feliz.

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