Con pena y sorpresa me enteré de las desafortunadas aseveraciones de Nicolás Alvarado Vale, en referencia al reciente fallecimiento de Juan Gabriel en su columna “No me gusta Juanga (lo que me viene guango)” en este artículo se refiere al cantautor de una forma despectiva al grado de etiquetarlo como “naco” y de resaltar inapropiadamente su orientación sexual.
Aunque reconozco que Nicolás Alvarado es una persona capaz, preparada y conocedora de múltiples disciplinas culturales, esa crítica revela que tanto conocimiento lo aisla del resto de los mortales, porque esa postura lamentablemente refleja que se está despegando de la esencia de las costumbres y de las circunstancias de los mexicanos.
Por otra parte, casi de inmediato se presentaron las reacciones de la población y de algunos organismos defensores de los derechos civiles, entre ellos, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), quien le solicito al columnista ofrecer una disculpa pública por emitir un leguaje discriminatorio en su artículo periodístico, incluso las califico de “clasistas y discriminatorias”.
Muchos usuarios de las redes sociales también se pronunciaron al respecto, emitiendo toda clase de comentarios, la mayoría repudiando la forma de expresarse de uno de los artistas más admirados por los connacionales y por los extranjeros, lo que detono, que horas después Nicolás presentara su renuncia a la dirección general de TV UNAM.
Los que tenemos el privilegio de opinar sobre la vida pública de este extraordinario país, deberíamos de distinguir con claridad entre nuestro legítimo derecho a expresar con total libertad nuestras opiniones y la de hacerlo de una forma irresponsable, ofensiva o denigrante, particularmente; debemos hacerlo con una mayor sensibilidad cuando se trate de personas que ya no tienen la posibilidad de defenderse.
Abonar para que los mexicanos nos sigamos atacando entre sí, no beneficia en nada a la sociedad, por el contrario le hacemos un terrible daño a las actuales y las futuras generaciones, porque en México ya hay muchos discursos y actitudes incendiarias, que no solo esperan, sino que buscan el más mínimo motivo para criticar, protestar y destruir lo que con un enorme esfuerzo construimos día a día el resto de los ciudadanos.
Lo rescatable de este incidente es que se confirmó que la mayoría de los mexicanos repudiamos los actos insensibles, vengan de quien vengan, porque simple y llanamente son absolutamente inadmisibles.
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